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El comienzo de curso

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Menudo año político el que empieza hoy. Es casi como una refundación, un comenzar de nuevo, aunque las bases ya hayan sido colocadas en los meses últimos. Por ejemplo, el Estatut, cuya andadura empieza, de verdad, ahora. O la OPA de Gas Natural sobre Endesa, que se ha convertido en mucho más que una mera operación empresarial y tiene envenenadas salpicaduras políticas. O las leyes sociales que aguardan. O las propias reformas la laboral, la impositiva, la penal... Es cierto que en veinte meses se han hecho muchas cosas desde el Gobierno, para bien o para mal, según el ángulo de visión en el que cada cual se coloque: pero el verdadero baile, el que desembocará en las elecciones municipales y autonómicas y luego en las generales, comienza este mes de enero, tras una pausa vacacional que no ha estado ni mucho menos exenta de noticias y de tensiones. Ya no hay descanso posible, por lo que se ve.

Mañana, Zapatero se reunirá en una cena de comienzo de curso, o posnavideña, con los presidentes autonómicos socialistas y con algunos de sus más cercanos colaboradores. No se trata de mirar hacia atrás, sino de preparar el inminente futuro. Que allí vayan a estar Maragall y Rodríguez Ibarra, con las divergencias profundas en materia territorial que se les conocen, es algo más que un símbolo. Maragall va a emplear buena parte de este mes de enero en convencer al resto de los españoles de que los catalanes no quieren secesión alguna, ni hay mala voluntad con respecto a otras comunidades autónomas. Y Rodríguez Ibarra y los otros presidentes que han liderado la oposición a la marcha del Estatut llegan igualmente en plan dialogante y «nada maximalistas», según dicen en La Moncloa. Así que probable distensión a la vista, pues.

Y es que el optimismo zapateriano parece haberse contagiado a la generalidad de las filas socialistas. En su último encuentro con los periodistas, con motivo de la recepción de la Pascua Militar, en el Palacio de Oriente, Zapatero no se recató, como es ya habitual en él, en mostrar sus esperanzas en que todo va a salir bien. El Estatut, la paz en el País Vasco, las relaciones con los nuevos dirigentes latinoamericanos...

No, sobre la OPA ZP no se mostró especialmente locuaz: negó, incluso, haber leído el informe del Tribunal de Defensa de la Competencia, muy contrario a los proyectos de Gas Natural; y eso que todos los periódicos abrían sus ediciones este viernes con ese dictamen. Porque nadie duda de que el reto más serio que tiene ante sí el Gobierno socialista a corto plazo es la decisión que pueda adoptar sobre la OPA. Va a ser la primera prueba de fuego, todo un test de hasta dónde está dispuesto a llegar ZP en un tema tan polémico, que se ha convertido en un casus belli con la oposición, es decir, con el PP.

Así que estamos en los comienzos de una era. En lo económico (también), en lo político, en lo territorial, en lo social, en lo diplomático. La verdad es que, hablando con Zapatero como yo pude hacer el pasado viernes, parece que ninguno de los enormes retos que están ahí vaya, en realidad, con él. Está indudablemente relajado el presidente, quién sabe si justificadamente. O no, como diría Mariano Rajoy.