Opinión

No todo ha sido malo

Si hay algo que se nos da estupendamente es hacer leña del árbol caído -y han caído muchos árboles, oiga- y, sobre todo, echar esa leña al fuego

Yolanda Vallejo

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Si hay algo que se nos da estupendamente es hacer leña del árbol caído -y han caído muchos árboles, oiga- y, sobre todo, echar esa leña al fuego. No es para sentirse orgulloso, pero qué quiere que le diga, viendo cómo está el bosque, aquello de la política de tierra quemada se queda en un juego de niños. Y es que es inevitable; la segunda cosa que mejor sabemos hacer es dar bandazos, será porque en esta tierra hemos vivido siempre al empuje de los vientos, que algo de veleta tenemos. Para qué negarlo. No hay que buscar donde no hay, y es el momento de asumir que los mismos que votaban a Teófila Martínez pusieron hace ocho años su confianza en José María González, y que los mismos que casi le dieron la mayoría absoluta a Adelante Cádiz en 2019, han votado al Partido Popular en estas últimas elecciones. Aparentemente se llama ejercicio democrático, pero en el fondo, usted y yo sabemos que al perro flaco, todo se le vuelven pulgas, y que las pulgas no siempre están tan amaestradas como creemos.

La memoria, junto con el entendimiento y la voluntad fueron definidas por la Escolástica como las potencias del ama; todo el bien y todo el mal, según Ockman, entra y sale de nosotros a través de estas tres puertas, que no siempre están abiertas. La memoria, tan frágil, es la que más portazos da y, por eso, conviene tanto engrasarla y mantenerla en forma, porque luego pasa lo que pasa y con las glorias, que dice el refrán, se olvidan las memorias.

«Si somos capaces de imaginarnos mejores es que merecemos ser mejores», así hablaba José María González en aquella mañana luminosa del 14 de junio de 2015 en la que supimos que viviríamos en un mundo nuevo y feliz -eso no lo dijo él, lo decía Karina en una de sus canciones-, aquella mañana en la que el alcalde ofreció el bastón de mando a su pueblo como Moisés recién bajado del Sinaí, mientras la gente enfervorecida abandonaba al becerro de oro y se ponía a sus pies esperando el maná.

Solo han pasado ocho años, pero parece una eternidad. Una eternidad para no llegar a ninguna parte, porque esta vez la travesía del desierto no nos ha llevado hasta la Tierra prometida, al menos, hasta la que nos prometió aquella mañana el alcalde de los pitos de las ollas y el olor a pan. «Qué bonito este paseo -decía aquel joven de camisa blanca, impoluta, camino del Ayuntamiento-. Voy a disfrutarlo, voy a respirarlo». No se equivoque, no tengo tan buena memoria, pero me pirran las hemerotecas y, sobre todo, me fascina comprobar que nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, aunque lo parezcamos.

El pasado jueves, el todavía alcalde hacía un balance triunfal de su gestión, y ya no se acordaba de aquello de «primero las personas» que prometió en su primer discurso de investidura -precioso discurso, por cierto, y lo digo de corazón-, ni de aquella declaración de intenciones «queremos abrir las ventanas del Ayuntamiento para que entre la luz en rincones y cajones y las puertas para que entre la gente soberana y propietaria de los asuntos públicos».

Y tampoco se acordaba de que aseguró que iba a «gobernar obedeciendo». Ya ve, ocho años dan para mucho o para poco, según se mire; pero no le han dado para mantener la «mano tendida, mirada alta, abrazo limpio y comprensión mutua para reconducir la ciudad», y tampoco le han dado para hacer algo de autocrítica ni para admitir que por el camino se fueron quedando muchos de los que cantaban aquella mañana de 2015 lo bonito que está Cádiz «cuando la Teo se va».

De blanco iba José María González a ocupar el sillón de Fermín Salvochea, «el blanco simboliza la pureza, transparencia», decía. De negro compareció el pasado jueves para hacer la liquidación de lo que ha sido su paso por el Ayuntamiento. La estética, a veces, se empeña en parecerse a la ética.

Y es que, leyendo el balance, no termina una de entender por qué Adelante Izquierda Gaditana ha perdido la oportunidad de seguir gobernando esta ciudad, a menos que nos creamos lo del «triunfo de la posverdad y el trumpismo que corre como la pólvora por Europa con gente como Le Pen y Abascal -se nota que al alcalde ya no le escribe quien le escribía-. Un auge del miedo que ha hecho mella en la ciudadanía y que varios medios de comunicación se han encargado de avivar».

Vamos, que han perdido las elecciones por culpa de la guerra de Ucrania, de Le Pen y de Trump, y no por lo que usted y yo pensábamos. Variables exógenas, las ha llamado, aunque se ha hecho un poco de lío, la verdad, y no ha terminado de entender la historia, porque según González Santos en Cádiz «ha ganado el Bildu no, el rechazo a la ley del solo sí es sí» y que yo sepa, el PSOE ha sacado dos concejales más que en la anterior convocatoria, eso por no hacer sangre y recordarle que han sacado más concejales que la confluencia que lideraba Adelante Cádiz.

En fin. No se pueden pedir peras al olmo, ni siquiera al olmo seco del que todo el mundo espera hacer leña, porque no todo ha sido malo en estos ocho años, no.

Que también ha habido cosas buenas, no lo dudo, lo que pasa es que ahora mismo no me acuerdo. Será cosas de las variables exógenas.

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