Opinión

Cádiz, territorio Comanche

«Porque al fin y al cabo, este año nuevo no trae vida nueva, sino la vida de siempre»

Yolanda Vallejo

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Mientras termina de recoger el espumillón olvidado detrás del sofá, y de guardar la vajilla que solo sale del aparador en estas entrañables fechas, sigue preguntándose en qué momento habrá que dejar de felicitar el año nuevo y entrar de lleno en la rutina que ... se hace cuesta arriba porque así se apellida enero, el de la cuesta de toda la vida. Y eso que, desde donde está ahora mismo, mira al frente y la cuesta le parece menos empinada, más fácil, por aquello de las rebajas anticipadas con las que el Gobierno quiso alegrarle la última cena del año. Y mientras va barriendo los últimos buenos deseos que se quedaron por debajo de la mesa, hace verdaderos esfuerzos por entender la geometría del caos y despejar la incógnita que le permita resolver la ecuación: si ha bajado el IVA de la leche, del pan y del café ¿por qué el desayuno le cuesta diez céntimos más esta mañana? Procura no pensarlo demasiado, porque al fin y al cabo, este año nuevo no trae vida nueva, sino la vida de siempre, la de todos los días, la de cifras que no encajan con las letras, la de los malabarismos, la del suspirar y resignarse «que me quede como estoy».

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