Fernando del Valle - ANDALUCÍA, DE CINE

¿Y si luego van a por ti?

Si para algo está sirviendo el tedio de una segunda vuelta de las generales es para comprobar que lo que hace poco llamábamos «nueva política» empieza a evidenciar arrugas mucho antes de lo previsto

Fernando del Valle
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SI para algo está sirviendo el tedio de una segunda vuelta de las generales es para comprobar que lo que hace poco llamábamos «nueva política» empieza a evidenciar arrugas mucho antes de lo previsto. Frescos y bien moldeados, es cierto que a los de Ciudadanos les sientan muy bien las camisetas de España en pleno Arco de Triunfo barcelonés. Pero uno tiene la sensación de que el pico de oro de Rivera, metido en su imposible bucle de equilibrios y empeñado otra vez en vetos personales, es como una prenda hecha un higo en estantería de rebajas. Sabes que no es un chollo. Pereza.

Con todo, peor que la galbana que sugiere lo naranja es el pavor al que invita el morado.

Con el único objetivo de darle la patada al bipartidismo tradicional, existen muchos autoafirmados votantes de Podemos que se consuelan presuntamente tranquilos con los futuribles. Si les tocara gobernar, no llegaría la sangre al río. Su programa económico es irrealizable y ya vendrían de Bruselas a poner orden. Y lo bien que lo pasamos tocando las narices a «los de siempre».

Probablemente, eso sea cierto. En ese dramático escenario, ocurriría lo que en Grecia, donde los artistas de la antaño admirada Syriza bajan pensiones e incendian plazas con sus recortes. Pero, ¿qué pasa con todo lo demás? Rayando la confortable tarima flotante del programa de Ikea, Juan Carlos Monedero ha vuelto para dejar bien claras unas cuantas cosas. Los jueces que van en las listas de Podemos están «esperando un Gobierno que les dé la orden de detener a toda esta cuerda de corruptos». Reventada de un plumazo la división de poderes, las palabras del ideólogo no dejan de recordarnos otras proclamas podemitas sobre libertad de prensa y otras cuestiones no menores. El «compromiso con el gobierno del Cambio» tiene sus exigencias.

Yo no soy un corrupto, no van a venir por mí, puedes intentar quedarte tranquilo. Pero quién sabe qué será lo que habrá que depurar mañana. Quizás te toque más de cerca. Lo nuevo es rancio. Muy rancio. A veces, de forma demasiado peligrosa.

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