Otra vez la Cultura

La noticia del nuevo ministro de Cultura se recibió primero como un chiste y luego como un nuevo desengaño

Eva Díaz Pérez

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Se hizo esperar como las escenas de suspense. Iban saliendo nombres y el suyo no llegaba. Estaba claro que la razón de que apareciera el último se debía a que iba a ser algo especial, un golpe de efecto simbólico, un nombramiento cargado de sentido. Tenía que ser un epílogo sorprendente. Pero apareció él: Màxim Huerta . Y no, no era una broma...

Los que creemos que en la Educación y la Cultura está la revolución social pendiente, esperamos estas noticias como algo en lo que nos va la vida. Para mí la cultura no es un hobby, ni parte de mi ocio, ni siquiera mi oficio. Es mi biografía, porque no me entiendo sin libros, ni teatro, ni música, ni cine, ni cuadros, ni conocimiento.

En el nuevo ministro estaban puestas las esperanzas de un sector muy maltratado al que se despacha con desprecio en este país culturicida. Un sector que aporta conocimiento, progreso, trabajo e industria, pero al que se suele etiquetar como elitista, snob y prescindible. Porque se piensa que se podría vivir perfectamente sin cultura. Fue Lorca quien dijo que si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro: «Bien está que todos los hombres coman, pero también que todos los hombres sepan».

A estas alturas ese pensamiento aún parece revolucionario. La cultura hoy no es cultura sino pan, circo y espectáculo. Porque el nuevo ministro de Cultura es un hombre del espectáculo, aunque escriba libros. Hoy se escribe mucho, pero no todo es literatura. Y hay quien para escribir libros tiene que pasar antes por la tele. En España tenemos toda una generación de autores criados en los platós cuyas caras identifican rápidamente los compradores de libros que ni mucho menos tienen que ver con los lectores.

Huerta es una estupenda persona, según los que le conocen, pero ¿podemos creerlo como ministro de Cultura? En realidad simboliza lo que para este gobierno -tan ilustre y destacado en otras carteras- es la cultura: show business. Y eso es lo que ha provocado en el mundo de la cultura: un nuevo desengaño. Una sensación de haber sido despreciados y ninguneados otra vez. La cultura no significa nada, así que ¿qué más da quién esté al frente? Aunque no seré derrotista y esperaré que Huerta sorprenda, asombre y desconcierte. A fin de cuentas, en un sector tan maltrecho cualquier gesto bienintencionado que tenga será un triunfo. Y como hombre mediático ya va con ventaja en lo que se considera virtud principal en este mundo: salir bien en la foto.

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