Casado debe pedir elecciones

Nadie enarbola la demanda de la mayoría de españoles que exige votar ya

Luis Ventoso

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El 31 de julio, ABC publicó una encuesta preguntando si era conveniente un adelanto electoral. Por entonces, el Gobierno de Sánchez todavía no había protagonizado el carrusel de rectificaciones que lo ha sumido en el descrédito (y casi en la chufla). Tampoco había culminado la toma de RTVE. Ni se había visualizado su pésima gestión de la inmigración, o el gusto del presidente no votado por enchufar a su gente, o infamias como intentar dejar tirado al juez Llarena frente a las querellas del golpista Puigdemont. Sánchez todavía no había demostrado de manera fehaciente lo que ya se intuía: que no guarda mucho talento dentro y que además está maniatado para gobernar. Aún así, los resultados del sondeo fueron abrumadores: el 62,7% de los españoles exigían elecciones, frente a un 28,7% que no. La muestra incluía a ciudadanos de todas las tendencias. Lógicamente, si la encuesta se hubiese hecho solo entre votantes de centro-derecha, la demanda de comicios rondaría el 100%.

El tenaz aparato de propaganda que ha activado el presidente no votado puede llevar a pensar que Sánchez está cuajando entre el público, tal y como señaló el primer CIS con un miembro de la Ejecutiva del PSOE como jefe de cocina. Pero cualquiera que este agosto se haya tomado la molestia de charlar con conocidos, amigos, taxistas, camareros y los de la toalla de al lado, habrá percibido que existe un notable malestar entre muchísimos españoles por la manera en que Sánchez ha llegado al Gobierno y por el incumplimiento de su promesa de convocar elecciones. Esas personas se sienten además heridas por la maniobra de tomar el poder de la mano de los peores enemigos del país, los separatistas catalanes, los proetarras y los comunistas adolescentes de Iglesias y Montero. Consideran injusto que Sánchez okupe La Moncloa tras dos severas derrotas electorales y con solo un cuarto de los escaños del Congreso, comportándose de propina como un ególatra encantado de haberse conocido, cuando es incapaz de aprobar una ley de calado. Pero los españoles que así piensan y demandan elecciones se encuentran con un problema: ningún político de peso está defendiendo su causa. No existe un primer espada que pida a diario y con contundencia el fin de esta pantomima y que los españoles puedan elegir con su voto directo a su presidente. Cierto que Rivera suele decirlo, pero carece de peso político y numérico como para convertir esa demanda en la médula del debate público. Tal misión corresponde al partido referencial del centro-derecha, el PP, que desafortunadamente está desoyendo ese claro anhelo de sus simpatizantes. La nueva dirección popular evita por ahora exigir elecciones, debido a cuestiones estratégicas internas (quieren tiempo para que Casado cuaje y también para que deje atrás la espada de Damocles del Supremo). Pero si Casado aspira a ser el líder que muchos esperan, habrá de anteponer los intereses de la nación a sus problemas de intendencia y enarbolar en serio la bandera de «elecciones ya», un clamor entre millones de españoles, huérfanos hoy de un líder que defienda su causa.

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