LA TRIBU

El caballo muerto

Muere un caballo, reventado por explotación, sin lucimiento ni oportunidad, y un silencio en forma de manta cubre el suceso

Jinetes paseando a caballo por el real JUAN FLORES
Antonio García Barbeito

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El pobre animal estaba enfermo, y aun así alguien decidió que muriera trabajando, en las calles de la Feria, tirando de un coche, y sin comer ni beber durante todo el día. El pobre caballo estaba para cuido en buena sombra, para mimarlo por lo mucho que ya había rendido o por lo que le quedaba por rendir, o simplemente porque era un animal y había que respetar su estado. Pudo más la avaricia, la idea de la explotación sin miramientos, como si el animal fuera un motor de gasoil, una máquina llena de tornillos que tirara de un carro. Y cuando el pobre caballo enfermo ya no pudo ni con su sombra, se echó a morir y murió, qué infamia, en el suelo del ferial. O estoy muy mal informado o aquí, como creo, no ha abierto el pico ni un gorrión. Ni en este caso ni en los varios casos que todos los años se dan en las distintas romerías de esta tierra nuestra. ¿Dónde, los defensores de —todos— los animales? Muere un caballo, reventado por explotación, sin lucimiento ni oportunidad, y un silencio en forma de manta cubre el suceso.

No me señalen al toro de lidia, que el toro de lidia es otro mundo. El toro es un rito, el toro es un terrateniente, señor del aire más lujoso, del cielo más espectacular, del paisaje más deslumbrante, y está ahí para luchar por sus terrenos, para defender —¡y con qué armas!— sus cuarteles, y si puede, le ganará la partida al dios de reino limitado que viene a coronarse frente a sus almenas mortales. No me hablen del toro de lidia, no comparen. ¿Dónde, el amor por los animales, de quienes han pasado junto a ese caballo muerto, reventado como esclavo maltratado, mientras el aire se adorna de coplas y farolillos? Y así, en el Rocío, que allí van, sin saber lo que es un caballo, un mulo o un burro, y lo revientan por esos caminos, o en la aldea, y se olvidan de que son animales que necesitan comer, beber, descansar. Un caballo muerto en la Feria, y no ha sido un accidente, ni la mala suerte de un mal que de pronto le sobreviene al animal y lo mata, ha sido por la mano del hombre, que abusó del animal, que andaba enfermo. Un caballo muerto, ¿dónde están las voces que señalan —a veces solamente— al toro de lidia, ese privilegiado del campo y de los ruedos? Un caballo muerto en la Feria, y las voces que dicen defender a los animales siguen cantando coplas de fiesta. Y yo, ay, sin explicarme cómo no hay más vigilancia para saber quiénes, y en qué condiciones, montan o enganchan de tiro a un caballo, enfermo o no, y se olvidan de que ese animal necesita comer, beber, descansar. No miremos más al toro de lidia, miremos ahí, miremos ese caballo muerto. Y seamos implacables.

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