Javier Rubio - CARDO MÁXIMO

Apariencias

Las notas de Selectividad no se pueden publicar porque señalan a los centros que mejor lo hacen

Javier Rubio
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Las notas de corte universitarias son un gran trampantojo que nos presentan cada año por estas fechas para que la sociedad en su conjunto se dé pisto y alimente la ilusión de que le importan un bledo los estudios superiores, el conocimiento científico y la transmisión del saber. Una gran mentira de la que todos participamos, los periódicos los primeros, que nos apresuramos a trompetear esas notas como si las hubiera revelado la zarza ardiente en el Sinaí. En el fondo, que el doble grado de Física y Matemáticas de la Hispalense sea la carrera más exigente de la universidad andaluza sólo revela que la demanda para entrar a estudiar esa doble titulación era muy superior a las quince plazas que se ofertaban.

Que se trata de alumnos brillantísimos y capacitados para enfrentarse al esfuerzo intelectual que exige esa carrera está fuera de duda. Como que las universidades restringen la oferta cuando detectan una demanda alta para encarecer el acceso exactamente de la misma forma que el pescadero de la esquina hace subir el precio de las gambas en vísperas de Nochebuena. Para aparentar: siempre queda mejor fardar de Física y Matemáticas que de Periodismo o Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Dónde va a parar.

La realidad es mucho más prosaica que el brillo de los sobresalientes y el oropel de las matrículas de honor. Hay hasta 1.354 plazas al alcance de alumnos por debajo del 6 sobre 14. Si se cuentan las plazas que quedan a tiro de quienes llegan con una corte de 7 sobre 14, la oferta total de la Hispalense –otro tanto cabría decir de la Pablo de Olavide, que tanto monta monta tanto– alcanza los 1.874 puestos. La Universidad es mucho más accesible y mucho menos excelente de lo que aparenta, pero eso es lo que la sociedad a la que sirve le pide.

Publicar las notas de corte da prestigio social y sirve como herramienta de márketing justo cuando se han desatado todas las hostilidades por la tarta menguante de bachilleres. Pero las notas de Selectividad no se pueden publicar porque señalan a los centros educativos que mejor lo hacen a la hora de seleccionar a los alumnos con más probabilidad para pasar esos exámenes. Conscientemente no he utilizado la expresión «los mejores centros educativos» porque la Selectividad no mide eso exactamente o no del todo. Pero era la única guía –todo lo imperfecta que se quiera– que tenían los padres para elegir colegio en función del rendimiento escolar a lo largo de los años. Ahora, no les queda ni eso. Todo sea por la apariencia de igualdad que preside, como un ídolo al que se sacrifica la excelencia, todo nuestro edificio educativo.

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