ADOLFO VIGO - OPINIÓN

'The walking socialist dead'

De sus tumbas políticas, cuales Nosferatus, empiezan a salir aquellos que en su día se dejaron enterrados en la memoria de un partido

ADOLFO VIGO
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En estas fechas tan oportunas que se nos acercan, la mayoría de nosotros, por influencias americanas o por tener hijos pequeños, celebraremos la ‘diabólica’ fiesta de Halloween. Durante ésta, nuestros vástagos se disfrazarán de vampiros, calabazas, brujas y demonios; sin embargo, algunos ya más mayorcitos se les han adelantado.

Me refiero a la fiesta pagana que desde hace un par de semanas se está celebrando en la cueva del terror de Ferraz, sede social del mayor contubernio de fantasmas y muertos vivientes que podemos imaginar en esta época.

Cual vampiresa ávida de sangre y con una sed de poder insaciable nos encontramos a la de Triana. Susana Díaz no duda en clavarle el colmillo a cualquiera que se ponga por delante de sus intereses.

Habiéndole ganado, incluso, en esta ocasión la batalla a Pedro ‘Van Helsing’ Sánchez, el único capaz de plantarle cara dentro del Comité Federal, y el que se llevó la más terrible de las venganzas de Susana, como es el desterrarlo al ostracismo del grupo socialista.

Temiendo ésta, solamente, a las estacas que le puedan clavar en el pecho los jueces con la trama de los ERE y de las ayudas a la formación. Pero por si eso llegara, la vampiresa sevillana está ya pensando en trasladar su ataúd desde el palacio de San Telmo a la sede de Ferraz para convertirla en su guarida transilvana.

Mientras tanto, los miembros de la gestora nombrada junto con su presidente a la cabeza, cuales jovencitos Frankestein, intenta devolver a la vida a un partido convertido en un monstruo integrado por multitud de asambleas que se enfrentan, intentando que coser con mucho hilo y paciencia las costuras rasgadas de tantas cicatrices que van aflorando.

De sus tumbas políticas, cuales Nosferatus, empiezan a salir aquellos que en su día se dejaron enterrados en la memoria de un partido. Aquellos que aprovechan la oportunidad que el escenario les brinda para volver del inframundo, con menos movimientos de cadera que Michael Jackson, pero pretendiendo liderar los oportunos bailes de salón en los que el partido se halla sumido.

Otros mudan su piel como hombres lobo, o más bien como hombres gatito, defendiendo una postura en la oscuridad de sus casa del pueblo, en la que no paran de manifestar que el «no es no», mientras que cuando se deja ver la luna de la de Triana se convierten en lindos mininos que ronronean mientras se frotan a la pierna de su dueña, maullando una defensa a la labor intachable de la jefa suprema del PSOE andaluz, y por qué no, del PSOE nacional.

A todo esto, sus afiliados deambulan por las sedes cuales muertos vivientes, sin un presente claro, sin un futuro esperanzador. Viéndose tentados por la risa malévola de aquel que, cual falso profeta del pueblo, anuncia ser el Mesías de la izquierda española. El Iglesias sobre el que se depositara la piedra en la que se fundamentará la iglesia de una nueva izquierda social.

Mientras esto pasa, la rosa que antaño luciera en el puño levantado de la izquierda, se muestra ahora marchitándose y pudriéndose en un puño huesudo y descarnado, que la agarra como único símbolo de unión en lo que fuera un partido, pareciéndose más a aquellas que adornan los nichos de esos que se pudren en la más absoluta de las soledades.

Después algunos pretenden que nos vistamos de santos con la de monstruos que estamos viendo cada día en nuestra política…

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