OPINIÓN

De trincheras y vecinos que gritan a los niños

Si tiene usted que elegir bando, sólo le dare un consejo: desconfíe de los ventajistas, no dudarán en dispararle

Les voy a hacer una confesión de ésas que sólo realizan los borrachos cuando nadie les oye o los vendedores de crecepelo cuando todos lo hacen. Soy del Barça. No, espere, no deje de leer aquí hombre, que esto da pie para lo que le quiero contar. Soy del Barça por algo que me sucedió cuando era muy pequeño, cuando lo anecdótico te forja el carácter y lo trascendente está tan lejos que es anecdótico. Mi padre me compró una camiseta del Barcelona. No sé por qué, quizá me hizo gracia el color, quizá algún amigo en el colegio me dijo que era la que había que llevar. No importa. El caso es que salí al patio de un grupo de viviendas en el que todo el mundo se conocía (por esas cosas de que la gente que trabaja de lo mismo tiene que estar en su gueto correspondiente) con mi bicicleta, mi camiseta del Barça y una sonrisa de estreno que los vecinitos se encargaron de borrar. «¡Catalán!» (sí, en los 80, como ahora, ese gentilicio se usaba como insulto) «¡Extranjero!» «¡Fuera, nunca vais a ganar nada, no sois españoles!» Yo tendría, con la exactitud del que no sabe distinguir nada que pasó hace más de dos semanas, unos ocho años. La experiencia de un grupo de niños insultándome por una camiseta que, en rigor, no sabía ni de quién era, me tatuó la idea de que nadie que fuese de Real Madrid iba a ser buena persona. Lo sé, es un prejuicio imbécil, como el de quien desconfía de los zurdos, de los pelirrojos, de las mujeres, de los comunistas o de los argelinos. La vida me ha enseñado un par de veces que había seguidores del Madrid que podían ser buenas personas. Al menos, mejor que yo.

Pero por encima de desconfiar de los madridistas esa experiencia me hizo recelar de los ventajistas. De los que siempre están del lado que más luce, de los que sacan el dado en el ajedrez y la reina en la oca. De los perdedores en guerra ajena, de quienes se zambullen con la ropita seca en la taquilla. La rabieta por lo de la camiseta del Barça me sigue manteniendo hoy alerta. Porque veo las mismas caras en quienes ponen cerrojos cuando todo va de cara, porque las reconozco en los que sólo se cobran la leña cuando el árbol está en el suelo.

Son los mismos que están haciendo ahora las trincheras para que vaya otro a las guerras. Los mismos que desconfían no de quien está en frente, sino de quien se niega a cavarlas. En estos días es bueno rescatar a Chaves Nogales, quien aseguraba que no elegir bando era un lujo que ningún español podía permitirse. Si es usted de los que tiene que elegir bando en este día, sólo le recomiendo que mire a la cara a sus compañeros y piense si, como me pasó a mí, también le marginarán, cuando tengan el viento a favor, por llevar la camiseta que otros decidieron equivocada.

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