Julio Malo de Molina - OPINIÓN

El tren de la estación

Las dificultades para derribar la aduana de 1959 condena la estación antigua al desuso y vacía de contenido el proyecto

Julio Malo de Molina
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El ferrocarril representa el símbolo más significativo de la revolución industrial iniciada en el Reino Unido a finales del siglo XVIII; desde entonces y aún ahora se dice que la riqueza de un país se mide por su desarrollo ferroviario. En efecto, desde el siglo XIX el territorio de los países más avanzados se encuentra roturado por las vías férreas, y sus estaciones suponen hitos relevantes en las tramas de sus ciudades. Cádiz aún recuerda el bullicio que generaba la estación de ladrillo y hierro levantada por la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces en rellenos sobre aguas de la Bahía entre 1890 y 1905.

Durante los años cincuenta y sesenta, época de plata de la ciudad gracias a su prosperidad portuaria y al desarrollo de la industria naval, el ruido de los convoyes que llegaban desde el norte se unía al fragor de las chapas procedente de los diques, al pálpito agudo de la vida desde Tabacalera al Mercado Central; todo era ir y venir de calesas y automóviles, los mozos de cuerda trasportaban enormes fardos y en las marquesinas personajes uniformados preguntaban a los viajeros: ¿Necesita usted hostal? Era una estación elegante y muy bien ubicada, entre la mar y las murallas.

La ciudad se deslizó hacia una cierta decadencia al hilo de la crisis portuaria y de la producción naval; así la propia estación se fue apagando y arruinando. Sin embargo a comienzos de este siglo la modernización de nuestros ferrocarriles llega a Cádiz con la edificación de una nueva estación, obra de los arquitectos Portela y Barrionuevo, que incluye la rehabilitación primorosa de la antigua y un espacio entre ambas para albergar un hotel.

La actuación se completa mediante un proyecto de urbanización del espacio circundante como ámbito libre para uso público con vocación de umbral de la ciudad a la mar, nudo de trasporte de excepcional valor cuya ejecución quedó paralizada por la inoportuna irrupción de la Plataforma Aduana que aprovechó la Junta de Andalucía en su momento para detener una de las intervenciones más relevantes del Consistorio de Teófila Martínez; las dificultades para derribar la aduana de 1959 condena la estación antigua al desuso y vacía de contenido el proyecto.

El anuncio de la construcción del Hotel de la Estación ha suscitado de nuevo la polémica sobre la conveniencia de ordenar y urbanizar adecuadamente esta importante área de oportunidad que es la Plaza de Sevilla, nudo intermodal (ferrocarril, autobuses, muelles) que puede representar uno de los espacios de borde urbano marinero más bellos del mundo. El hotel está recogido en el Plan General vigente y su ejecución resulta incuestionable siempre que se cumplan las prescripciones del mismo.

De cuantos hoteles se plantean ahora en Cádiz parece ser el que tiene más sentido, en todas las ciudades relevantes las terminales de ferrocarril disponen de hospedaje para transeúntes, en la propia estación o en sus inmediaciones. En este caso serviría además para potenciar el Palacio de Congresos, y también el tráfico de cruceros abriendo la posibilidad de establecer líneas con salida desde Cádiz.

Asimismo se ofrece la ocasión para reflexionar acerca del conjunto de la relación entre la ciudad y su puerto, operación urbana que va a definir el futuro de Cádiz durante toda una generación. También se debe estudiar el trazado final de los Tranvías Metropolitanos, la línea desde Chiclana y San Fernando ahora mal planteada; y la que ha de atravesar la Bahía por el Puente del Bicentenario.

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