Nandi Migueles

Mi suegra como ya dije

Soñaba que cuando llegara el siglo XXI quedarían de una vez abandonadas en un cajón esas letras machistas que en la antigüedad usaban nuestros antepasados para demostrar su hombría

Nandi Migueles
LA VOZ Actualizado: Guardar
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Soñaba, que cuando llegara el siglo XXI quedarían de una vez abandonadas en un cajón esas letras machistas y soeces que en la antigüedad usaban nuestros antepasados para demostrar su hombría y para provocar numerosas risas mofándose de cualquier minusvalía o condición de una persona. No se cumplió mi sueño y sobre todo me quedé perplejo oyendo letras de numerosos autores de agrupaciones que siguen utilizando a la suegra o a la parienta calificándolas de gordas o con bigote y malajes. Así es, aún podemos encontrar numerosos autores que les apasiona usar frases tan manidas como «le cabe tela» o «mi suegra que está como una foca». Es asombroso ver como estos neandertales carnavalescos siguen usando palabras como «bollera» o «maricona» y meten en su repertorio, sin ningún tipo de pudor, leyendas tan urbanas como la de que todas las lesbianas son camioneras o que a cualquier gay le gustaría ir a la cárcel tan solo para coger el jabón del suelo de las duchas.

La modernidad y la evolución no es llevar un pelado cortado por un manos tijeras, ni vestirse como un mono de feria. La evolución y lo moderno es mucho más que tener un smartphone de última generación o llevar gafas a lo intelectual aunque no haya leído en su vida ni un poema de Lorca. La modernidad no es saberse el nombre de todos los locales nocturnos en un perfecto acento pijo, o ser un experto en el uso de aplicaciones en su móvil superguay que te cagas. La evolución está en la cultura. La cultura es el todo en la evolución. Un chirigotero, más feo que yo y más gordo que el mismísimo árbol del Mora, como tiene la poca vergüenza de llamarle fea y foca a su suegra, aunque sea en broma y para hacer reír a un público. ¿Él se ha visto? Hay cosas que claman el cielo. Los autores machistas y graciosos de Cádiz que aún siguen utilizando la condición sexual o los defectos físicos o mentales de cualquier persona para incluirlo en sus letras, deberían de reflexionar delante de un espejo la mayoría de las veces. Hay algunos que saben que su único arte es el transformismo, normalmente de hombre a mujer gorda, o fea o prostituta, o cómo no, hacerse el gay o la lesbiana durante todo el repertorio, para ir machacando con abominables agravios e insultos al representado, pero eso sí, cantando en su última copla que todo ha sido una broma que esto es carnaval y que ellos son los primeros que defienden a homosexuales, lesbianas y demás porque sus mejores amigos lo son. Qué típico y ruin.

Para conseguir el éxito, carnavalescamente hablando, no es necesario nada de eso. Una palabra mal sonante o una broma pesada en la escena puede tener cabida en un contexto determinado pero no que sirva como condición sin ecuánime para provocar risas o hacer chistes en pleno siglo XXI. La libertad del autor no es insultar ni hacer bromas sobre el más débil o desfavorecido, ni escribir peyorativamente hacia todo aquel que a su entender se sale de los cánones normales.

La evolución y la modernidad se demuestran con algo más que con un porro en la mano y un fular alrededor del cuello. ‘Mi suegra como ya dije’ estuvo muy bien como broma en una letra en el comienzo de siglo del pasado pero hoy en día es la escritura de un neandertal.

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