Antonio Ares Camerino - Opinión

Paquetes

Nuestra Semana Dolorosa ha empezado con la entrada en vigor del pacto entre la Unión Europea y Turquía que pretende expulsar a los refugiados

Antonio Ares Camerino
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Por medidas de seguridad, el envío de paquetes por Europa tiene una serie de condiciones muy restrictivas. Las familias españolas de eso saben mucho. Periódicamente surten de productos de aquí a los cerca de dos millones y medio de compatriotas que, al rebufo de la recuperación económica, se han visto obligados a hacer turismo proletario. Estupefacientes, sustancias psicotrópicas, armas, productos explosivos y de pirotecnia, sustancias inflamables y gases explosivos, elementos radiactivos, envíos en cuya envoltura o cubierta contengan textos o dibujos que vulneren cualquiera de los derechos fundamentales de la persona, objetos cuyo tráfico sea constitutivo de delito, e incluso animales vivos.

Nuestra Semana Dolorosa ha empezado con la entrada en vigor del pacto entre la Unión Europea y Turquía que pretende expulsar a los refugiados que hayan llegado, esos sí, tras el estudio adecuado de cada caso.

Las autoridades griegas se han comprometido a vaciar sus islas en espera de devolver los «paquetes» que no cumplan los requisitos de tener una documentación en regla imposible.

Todo ello, paso previo a una deportación a Turquía, país seguro, democrático, donde se respetan los derechos humanos, en el que sus fronteras están libres de conflictos y donde a la población kurda se le respeta. Allí es donde esta «paquetería», trasladada en tropel, será recibida con los brazos abiertos. Se emplearan medios de transportes colectivos y seguros.

Mientras tanto, a pocas horas de la entrada en vigor del macabro tratado, los cuerpos de dos niñas y dos hombres han sido hallados sin vida en los alrededores de las islas del Mar Egeo. El acuerdo se realiza a cambio de dinero y de permitir a Turquía prebendas que les son negadas a los que huyen del hambre y de la guerra.

Hace cinco años de la guerra civil en Siria, un conflicto bélico en el que han perdido la vida 260.000 personas y que ha provocado la diáspora de más de once millones de ciudadanos sirio, kurdos, afganos e iraquíes.

Según Acnur, desde la Segunda Guerra Mundial, nunca se habían vistos tantos desplazamientos humanos en el mundo. Más de un millón de personas durante el año 2015 han huido a Europa, donde se las prometían felices. Huyen a sabiendas de que el peligro que les acecha puede ser más llevadero que la barbarie que dejan atrás. Por acuerdo de los impasibles y desalmados mandatarios europeos, los campos de refugiados han pasado a convertirse en Centros de Internamiento, donde las ONG no pueden prestar su imprescindible ayuda.

Los «paquetes» se van envolviendo de miseria y desesperación, listos para ser enviados de nuevo a su punto de origen, sin importar el rastro de muerte que pueden dejar en su regreso.

Por el oeste, cerca del Canal de la Mancha, en el Paso de Calais, el Reino Unido ha puesto sus condiciones. Nada de «paquetes» de segunda mano. Ellos con su flemática decisión, escogerán los que se quedan y los que dejan en la Central de Recepción Europea. Este viejo continente se ha convertido en una Central inmensa de «Paquetería».

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