Fernando Sicre

Odio y rencor: genes españolísimos

El rencor, la inquina, el resentimiento y el odio en el carácter español nos hacen únicos

Fernando Sicre
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Viendo lo acontecido en Cuba, afirmo solemnemente que el genoma hispano existe. El rencor, la inquina, el resentimiento y el odio en el carácter español nos hacen únicos dentro de la especie humana, en ocasiones más parecido a cualquiera otra de las infinitas especies animales. Intentando averiguar el origen de esas anomalías genéticas incrustadas desde época inmemorial en nuestro genoma, me llevan a pensar en dos posibilidades, solo contrastadas desde una perspectiva psiquiátrica. Una, la pervivencia en la sociedad española de los valores religiosos y culturales vigentes en la época imperial, en detrimento del racionalismo de la Ilustración y de la Revolución Industrial. Dos, la modalidad de lucha cuerpo a cuerpo visualizado en los «Tercios de Flandes», como quedó inmortalizado por Velázquez en «a rendición de Breda», practicada con éxito por los ejércitos españoles, con anterioridad a la generalización de las armas de fuego y de la artillería, que requería a los soldados españoles el desarrollo mental de un «odio africano» hacia el enemigo.

Sobre la base de lo afirmado con anterioridad, se plantea la siguiente cuestión, ¿cómo influencias de origen externo se han incorporado de forma permanente al modo de ser de los españoles, que incluye una manera agresiva de comportarse en sus relaciones sociales? Pero, es que además el español es poco práctico, ya que a sabiendas que el odio y el rencor, son emociones atribuibles al submundo de los bajos fondos, que destruyen cada célula del cuerpo, son una carga demasiado grande para soportar, como decía Martin Luther King. O como decía al respecto Gandhi, cuando aludía a la enfermedad como resultado no solo de nuestros actos sino también de nuestros pensamientos. El profesor Cornwell es un estudioso de Darwin, y manifiesta que el proceso de selección natural puede haber originado la incorporación de valores insolidarios y agresivos al genoma de los individuos. Sin embargo, es pesimista acerca de las posibilidades de cambiar los factores negativos del carácter hispano, ya que considera que sólo a muy largo plazo podrían modificarse los arquetipos vigentes, mediante la educación, la promoción de valores éticos, la praxis continuada de conductas individuales y de relaciones sociales honestas y sobre todo, de una actividad política orientada al bien común.

Decía que ayer observaba los defensores y enemigos de Castro y la visión de estos ante su muerte. Sin embargo hay hechos incuestionables en su larga biografía: dio un golpe de Estado, fue un dictador, sometió a su pueblo a la pobreza, no permitió el ejercicio de las libertades básicas y mandaba al patíbulo a quien osaba oponerse a su visionaria política. El otro día constataba lo acontecido ante la muerte de Barberá. Murió porque tenía que morir y eso estaba escrito. Ni la mató la prensa, ni la mató nadie, simplemente murió. Seguro que murió de pena, sin ninguna duda, pero la pena y las responsabilidades personales, entran dentro de la esfera íntima del ser. Su problema no eran simplemente 1.000 €. Eso es simplificar las cosas al absurdo. La corrupción política generalizada en las riberas del Turia, exigían por sentido común la dimisión en todas las funciones de quien fue el alma mater del partido en aquel lugar. Desde 2015 debiera haber renunciado a su actividad política y por supuesto en ningún caso ser investida como senadora para obtener el aforamiento. La corrupción política exige una actitud activa ante el problema. La pasividad ante las cosas, además de debilidad y cobardía, denotan lo peor del ser, el sectarismo. El mismo que transmitió el psicópata de la coleta y su rebaño. El macho alfa, es decir, el novio de la filósofa montero, el que apoya sus discursos en Kant sin saber quién es, también alardea de desconocer la historia desde Homero en la Illiada, donde distingue la diferencia entre un asesino y un guerrero. Descansen en paz Rita y Fidel.

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