Yolanda Vallejo - HOJA ROJA

La marca de la casa

Porque mientras parece que no pasa nada más allá de las paredes del teatro, pasa y pasa mucho

Yolanda Vallejo
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Y mientras dura el concurso en el Falla es como si nada pasara alrededor de nuestro pequeño mundo. Aunque ese efecto esclerótico y paralizante del carnaval que tanto me fascina, y que, en principio, podría parecer algo negativo es, precisamente, de donde sacamos fuerza para el resto del año; es nuestra fuente de energía más renovable, más infinita. Porque mientras parece que no pasa nada más allá de las paredes del teatro, pasa y pasa mucho. Pero no nos afecta, nos roza y no nos daña. Y eso está bien. Muy bien.

Mientras parece que nada pasa, pasan muy cosas tremendas como las que pasan en Polonia, donde el ministro de Asuntos Exteriores acaba de iniciar una cruzada para terminar con una Europa “podrida de vegetarianos y ciclistas”.

Sí, ha leído bien. Vegetarianos y ciclistas. Ahora les ha tocado a ellos, a cualquiera le podría pasar; y mientras parece que no pasa nada, pasan cosas como las que pasan en este país, donde demostramos, día a día, nuestra más absoluta incapacidad para entendernos los unos con los otros y el poco propósito de enmienda que nos provoca el dolor de nuestros pecados. Mientras parece que nada pasa, al presidente del gobierno en funciones le pasan cosas como de cuarteto malo.

Y pasan cosas como las que pasan en Fitur, donde nuestro alcalde deleitó al auditorio –por aquello de los timing que corren- con un pasodoble de Los Cubatas, rebautizados como Cruzados Mágicos –que no son la misma cosecha, aunque vengan de la misma y buenísima cepa-, marcando con los nudillos el compás en el mostrador y echando mano de todos los tópicos habidos y por haber al enumerar los “elementos que hacen que Cádiz sea Cádiz” –mucho ha tardado en utilizar cosas tipo que “Cádiz vuelva a ser Cádiz”. La alegría hecha arte, las papas aliñás, el cazón en adobo… y el “agua salada” de nuestras playas, por si alguien albergaba dudas al respecto. En fin. Había que vender la ciudad, y después de todo, es mejor venderla así que envuelta en los papeles de Hacienda, y con un lazo de deudas. “Cádiz ya es un faro del sur, una energía hecha de alegría porque en Cádiz, nada de lo bueno es imposible”, digo el alcalde. “Qué bonito, hijo”, diría ahora el gallinero. Y sí, bonito sí que es. Veremos luego en qué se traduce la lítote de lo imposible y lo bueno. Bueno, bonito y ¿barato?.

Esta semana se presentaba -aprovechando el escaparte de Fitur-la nueva imagen corporativa de la ciudad, el eslogan que sustituye, por fin, al de la ciudad que sonríe. Nunca me gustó ese logo, ni lo que significaba la marca que, desde 2006, nos proyectaba al exterior como una media luna que representaba, en palabras de sus creadores “la simpatía de su gente, su forma de entender la vida y su sentido del humor”. De una originalidad pasmosa, por cierto. Lo de ahora no es que sea mejor, precisamente. Dos círculos, azul y amarillo, una cosa que parece una ola y otra que parece un destello y una frase que no pasará a la historia por su brillantez “Cádiz, Faro del Sur”. Esa es la imagen de la discordia, la nueva marca de la casa.

Pero ha salido barato, muy barato. Tan barato, como si lo hubiera hecho mi primo que sabe de cosas de ordenadores y hace pin pan pun y te saca un logo guapo guapo. Sin costarte un duro, que no hace falta acudir a los profesionales, que son todos unos piratas y al final te hacen lo mismo que mi primo cobrando un dineral. Ahí, apoyando, alcalde. Acaba de abrirse usted otro frente en esta batalla innecesaria.

No entraré en juzgar las bondades estéticas del logotipo, ni su diseño, ni sus colores, ni su contemporaneidad, ni tan siquiera la efectividad del eslogan, porque ni sé, ni entiendo. Para eso ya están los profesionales del diseño gráfico, que están, además, muy enfadados con el ninguneo por parte del Ayuntamiento y con el alto precio que al final tendrá que pagar la ciudad que ahorra en afrecho y desperdicia en harina. Comprendo que no estén las arcas municipales para alegrías, comparto su preocupación por el ahorro y aplaudo la racionalización del gasto público.

Pero le diré una cosa, por si le sirve. El mundo que conocemos está hecho de palabras, somos palabras y con palabras –contadas y cantadas, ¿por qué no?- nos relacionamos los humanos. Hubiera sido mucho más sencillo darle la vuelta a su discurso –para eso están los recursos literarios que tanto le gustan- y en vez de decir eso de que el logotipo no ha costado un duro porque lo ha hecho un técnico municipal, podría haber optado usted por hablar de la cualificación de su plantilla, de su dedicación y de la optimización de recursos municipales, que lo hay, y muchos.

Es lo mismo, pero no es lo mismo, no sé si me entiende. Se trata de no levantar ampollas, no de hurgar en las heridas infectadas. Cuestión de praxis, o de imagen. Aunque una imagen valga más que mil palabras y un titular de prensa valga más que una noticia. Esa es la marca de la casa.

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