Opinión

Inacción política

Vivimos en un gran país, con un sistema tan consolidado que funciona sin que los políticos tomen grandesdecisiones, pero su dejadez no puede ser eterna. Ya vamos para cuatro años de absoluta inestabilidad

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no ocultan ya sus prioridades partidistas, por encima de las de los españoles

V ivimos en un gran país. Tan grande, que después de cuatro años, cuatro, de total inestabilidad política, seguimos funcionando sin que se note demasiado. Hagan cuentas. En diciembre de 2015 tuvimos las últimas elecciones generales digamos, al uso, de nuestra democracia. Para ese entonces ya habían irrumpido Podemos y Ciudadanos para romper el bipartidismo y no hubo manera de que nadie se pusiera de acuerdo. Así que después de seis meses hubo que repetirlas. En 2016 Rajoy logró formar gobierno, pero tan inestable y tan emponzoñado por la corrupción y por Cataluña que en 2018 se produjo la famosa moción de censura que acabó con Pdro Snchz en el poder. Si inestable fue el mandato del PP, el del PSOE fue ya directamente insostenible, no quedándole más remedio a Pdro Snchz que convocar elecciones el pasado mes de abril. Y para qué les voy a contar lo que viene ocurriendo desde entonces. Menos gobernar, los políticos están haciendo todo tipo de cosas. PSOE y Podemos discutir por sillones, el PP con la cabeza bajo tierra tras su hundimiento electoral, Ciudadanos calladito para no hundirse con ellos y Vox haciendo ruido. Pero sólo eso, ruido. Mientras tanto, los españoles seguimos nuestro día a día. Cada vez nos importa menos si Pablo Iglesias exige tal o cual ministerio, nos la trae al pairo si Puigdemont vive en Bruselas o en Waterloo, Rufián ya ni nos indigna ni nos hace gracia, simplemente nos aburre y Albert Rivera y Pablo Casado han desaparecido de nuestro día a día, al punto que a veces llegamos a dudar si no son la misma persona. La política, en definitiva, ha dejado de importarnos. O al menos ha pasado a un cuarto o quinto plano en nuestro orden de prioridades, cuando hasta hace bien poco copaba prácticamente todas nuestras conversaciones. Y todo esto que se les digo es precisamente el mejor síntoma de que somos un grandísimo país. España, después de más de cuarenta años de democracia, tiene unas instituciones tan fuertes, un sistema tan consolidado, que parece que funcionara sola. Desde luego lo hace sin necesidad de que los políticos tomen grandes decisiones. Y todo esto, no debemos olvidarlo, es precisamente gracias a un buen puñado de políticos que hace cuarenta años montaron todo este tinglado y nos lo dejaron en herencia para que lo disfrutáramos, lo mantuviéramos y, si fuera posible, lo mejoráramos. Políticos –la historia se está encargando de demostrarlo– de muchísima más altura que los actuales. Y ojo, que por muy consolidado que esté nuestro actual sistema de convivencia, no es infalible. Hay que cuidarlo y alimentarlo. Y cuatro años de abandono, de despropósitos, empiezan a ser muchos. Como nos descuidemos, como no espabilen los Snchz y compañía, seguirán pasando los meses, seguiremos repitiendo elecciones y ellos seguirán pensando en sillones hasta que todo se vaya a tomar viento por pura dejadez.

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