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El relajado ambiente del Reino Unido permite el desarrollo de una oferta cultural intensa y atractiva

Quien visite el Reino Unido en estos tiempos encontrará ese viejo y poderoso estado fracturado por múltiples desgarros: la salida de Europa, la independencia de Escocia y los conflictos entre los diversos grupos étnicos, que configuran ese mosaico demográfico generado por los grandes flujos migratorios como consecuencia de tan vasto imperio. Sorprende sin embargo la tolerancia ambiental que cubre con un velo de tranquilidad la convivencia y la vida política y social de la nación. La prensa internacional publicó en su día esa expresiva imagen de dos amigos que acudieron abrazados a votar en el referéndum escocés, cada uno con la enseña de su propia opción: Unión Jack, Saint Andrew’s Cross. Este relajado ambiente permite el desarrollo de una oferta cultural intensa y atractiva. Londres reflexiona sobre la vivienda social; tres exposiciones en espacios culturales de la metrópoli catalizan el debate. En Victoria&Albert Museum: ‘A Home for All’ (un hogar para todos) que muestra seis modelos de operaciones de alojamiento público desarrollados en el siglo XX. En Royal Institute of British Architects, una exposición de fotografías de las intervenciones de vivienda social en el sur de Londres después de la guerra. Por último, en el recién inaugurado Design Museum se presenta la obra del arquitecto Peter Barber que explora el tema desde una visión contemporánea, resolviendo alojamientos para personas sin techo, para ancianos y para jóvenes desempleados, confortables y de refinado diseño.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra alivia su decadencia aferrada a un tradicionalismo nostálgico, de manera que mientras la arquitectura del Movimiento Moderno se extendía por Europa y Estados Unidos, en las islas prácticamente se ciñe a las construcciones industriales, como muestra la obra de Sir Geoffrey Scott, entre la racionalidad de la central hidroeléctrica junto al Támesis que actualmente aloja la Tate Modern y sus diseños eclécticos de mobiliario urbano que caracteriza la imagen pintoresca de la ciudad con sus buzones y cabinas. La llegada de arquitectos exilados como el alemán Mendelsohn, el ruso Lubetkin o el húngaro Breuer introduce el lenguaje moderno del que participan también algunos arquitectos vinculados a la cultura británica, entre los cuales destaca Wells Coates (Tokio, 1895-Vancouver, 1958). A través de contactos con los círculos bohemios londinenses consiguió sus primeros trabajos como diseñador de tiendas y decorados para la BBC. Más tarde fundó el grupo MARS, reflejo de los Congresos Internacionales de Arquitectura moderna liderados por Le Corbusier. Pero su primer edificio fue el famoso Isokon Building en 1934, una experiencia de vivienda colectiva que en principio refugió alemanes y húngaros de la persecución nazi y que llegó a tener de inquilina a Agatha Christie, quien lo comparaba con un trasatlántico, así como a los profesores de la escuela Bauhaus, referente del Movimiento Moderno, como Walter Gropius, Marcel Breuer y Laszlo Maholy-Nagy. La influencia japonesa de sus orígenes se refleja en el mobiliario de las estancias. Las imágenes de época de los interiores de este edificio nos traslada a otra exposición que también se exhibe actualmente en el Design Museum: ‘Home Futures’.

La victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, debida en buena parte a la heroica resistencia del pueblo británico, desencadena en el Reino Unido una revolución moderna que transforma, no solo las relaciones sociales sino también su lenguaje arquitectónico. Un pacto entre laboristas y conservadores establece un sistema de socialdemocracia avanzada. Además, como rechazo al monumentalismo de los regímenes totalitarios, se adopta el Movimiento Moderno como símbolo de las libertades.

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