OPINIÓN

Graciosillos de Cádiz

En esta tierra hay gente con verdadero arte e ingenio, pero por cada uno de ellos hay demasiados graciosillos

La capital gaditana tiene fama de ser la más graciosa de España.

Uno de los grandes problemas de Cádiz es que nos creemos graciosos. Así, en general. Todos. Por el mero hecho de haber nacido aquí. Qué arte tenemos. Y a nosotros mismos nos encanta difundir la idea. Qué ‘age’. La idiosincrasia gaditana. Jajaja. Pero no es así. En realidad, la gracia de Cádiz reside en unos cuantos elegidos. Gaditanos que de verdad desprenden arte cada vez que abren la boca. Con un gesto. Con una ironía. Todos conocemos a alguno, en el carnaval y fuera de él. Personas rapidísimas de mente, a las que ante cualquier situación cotidiana se les ocurre una pamplina para tirarte al suelo. El arte de Cádiz es ingenio, agudeza, fescura, buen talante... y lo más importante de todo: saber reírse de uno mismo. Pero no todos tenemos ese don. De hecho, la mayoría no lo tenemos, por muy gaditanos que seamos. Ya digo que son unos cuantos elegidos los que de verdad tienen una gracia excepcional, distinta a la de otras tierras. Y benditos sean porque son capaces de alegrarte el día más oscuro en un minuto. Sin embargo, por cada uno de ellos, hay demasiados graciosillos. Gente insoportable que se cree divertida y no es consciente de que no los aguanta nadie. Aquí, precisamente por esa etiqueta que nos han colocado a todos, abunda más este espécimen, que se considera tocado por el don de la agudeza, cuando en realidad carece absolutamente de ella.

Esta realidad cotidiana, que en principio parece banal, en realidad es un problema para Cádiz. Fuera de nuestra provincia no nos toman en serio. Todo son alabanzas y risas cuando se habla de nuestro presunto buen humor, pero enseguida se relaciona con otros tópicos que nos hacen mucho daño. A saber, vagos, ‘escaqueaos’, pícaros poco de fiar. Lo hemos comprobado esta semana con el bulo lanzado por una periodista de La Sexta, quien en plan gracia afirmó en directo que varios aficionados del Cádiz habían viajado gratis a Alcorcón aprovechando los autobuses fletados por el PP para la concentración de la Plaza Colón. Esta compañera, divertidísima ella, lo soltó como una gracia. Típica ocurrencia de Cádiz. Sin contrastar, sin aportar pruebas ni testimonios. Y las redes sociales se encargaron del resto. De darlo por bueno. Para regocijo de miles de personas, entre ellos muchos gaditanos. En sí misma la anécdota no debería tener más importancia. Pero la tiene. Porque contribuye a reforzar un tópico que está muy bien para la barra del bar. Pero que no nos beneficia cuando queremos transmitir la imagen de una provincia seria, trabajadora, idónea para atraer inversiones, por ejemplo. Entonces es cuando ya los que nos ríen las gracias se ponen serios. Y se largan a otros lugares. Que con el pan no se juega. Porque ser graciosillos es dificilmente compatible con ser fiables. Y el humor está muy bien. Pero no por castigo.

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