El Apunte

El difícil reto de poner coto a las mafias

Las administraciones deben de dotar de todos los medios necesarios a quienes luchan contra el tráfico de seres humanos

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De nuevo ayer volvía a llegar hasta las costas de Cádiz otra patera.En esta ocasión, con ocho tripulantes que tenían que ser rescatados a tres millas de Tarifa. Lo mismo ocurrió antes de ayer y, seguramente, vuelva a suceder hoy o mañana. La llegada de estas embarcaciones no cesa. No se ha completado todavía el primer trimestre de este año y ya se vaticinan números históricos. Por no referirnos a la casi veintena de cadáveres que se han recuperado de aguas del Estrecho y al número inexacto de desaparecidos que se buscan o ya se dejaron de buscar.

Estas cifras muestran una realidad. La presión migratoria, esa que oscila según el control que le convenga imponer a Marruecos en sus fronteras, está ahora en sus picos más altos desde hace años.

Y este aumento ha sido rápidamente aprovechado por delincuentes sin escrúpulos que buscan llevarse una buena tajada de ello. Una reciente operación desarrollada por agentes de la GuardiaCivil ha desarticulado una red que se dedicaba a traficar con magrebíes. Les organizaban el viaje para que cruzaran por mar a España, previo pago de 1.200 euros, y después los ocultaban, secuestraban y extorsionaban. Les amenazaban con hacer daño a sus familias si no colaboraban haciéndoles efectivo un segundo pago de 300 a 700 euros.

Esta práctica no es nueva pero se ha ido perfeccionando. Estas mafias se han articulado y especializado tanto que es muy complicado poder acabar con ellas. Más aún si no se cuenta con el apoyo de las administraciones para que los investigadores puedan hacer bien su trabajo y localizar a los culpables. El hecho de poder indagar en cuentas bancarias o intervenir teléfonos es en estos casos vital. Sin pruebas no pueden presentarse ante un juez para que los condenen.

Por eso es necesario y urgente, y sobretodo porque hablamos de vidas humanas, que tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional o los servicios de vigilancia costeros, tengan en su mano todas las herramientas y armas necesarias para poder combatir contra esta trata de personas. No vale simplemente lamentarse y llorar a los cadáveres en la orilla sino ser prácticos, resolutivos y combativos para exterminar de una vez esta práctica ilegal que atenta de manera tan directa y dañina contra los derechos humanos.

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