Desgracia laboral

El dolor por la horrible tragedia no debe ocultar que la lucha contra la siniestralidad ha avanzado

La Voz de Cádiz

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Durante los años de pujanza de la construcción naval, hasta la década de los años 60 del pasado siglo, los accidentes laborales eran una realidad casi semanal. Pasaban más desapercibidos y se consideraban inevitables por la falta de medidas de prevención, por la inexistencia de avances tecnológicos que aparecieron años más tarde y por una cuestión casi cultural. Los accidentes laborales que costaban la vida de decenas de trabajadores cada año eran el resultado de una combinación explosiva. Mucha faena, poco cuidado, baja formación, mucha prisa, precariedad material y una cantidad ingente de horas en marcha se aliaban para que las noticias de luto se convirtieran en algo familiar cuando se hablaba de proyectos y reparaciones en los diques.

Sin embargo, durante las últimas décadas, la cifra no dejó de descender. A toda velocidad. El descenso de trabajo, el incremento espectacular en la formación y la prevención han convertido accidentes como el de ayer en excepciones, en desgracias que hielan la sangre de toda la comarca, espantada ante el infortunio que supone que dos hombres que iban a ganarse la vida con su esfuerzo, una mañana cualquiera, no vayan a volver nunca a estar con sus familias y sus seres queridos.

Los accidentes laborales han pasado a quedar en la zona de lo imprevisible y lo casual. No es que falten desgracias, como acabamos de comprobar, es que han pasado a ser esporádicas por más que no haya que cejar en aplicar todas las medidas posibles para que cada vez lo sean más, hasta desaparecer si es que es posible. Hasta hace un lustro, existía la teoría de que la actividad había bajado tanto en los sectores más susceptibles de sufrir graves sucesos – la construcción y la gran industria– que se producía un lógico, matemático, descenso de los episodios de lesiones severas o fallecimientos. Ahora que ese ritmo de trabajo vuelve a crecer, todas las investigaciones, mediciones, previsiones y acciones serán pocas para que el número de siniestros no lo haga.

Sea por una de estas causas, o por la suma de varias, por doloroso que parezca hoy, lo cierto es que la provincia de Cádiz ha llegado a encadenar estos años muchos meses sin ningún accidente laboral, lo que cabe calificar como un éxito colectivo y social. Hace unas décadas, ese registro era impensable. Ahora hay que trabajar, entre todos, para que en vez de meses sean años.

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