Fernando Sicre Gilabert - Opinión

Corrupción, despilfarro y paso del tiempo

La derecha incrimina de despilfarro a la izquierda, tildándola de manirrota cuando del empleo del dinero de todos se trata

Fernando Sicre Gilabert
CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Los estereotipos sobre la realidad política española anuncian que su construcción más que nunca adquiere tintes de transversalidad. La izquierda ha pretendido hacer ver que la codicia es un pecado capital de la derecha y la corrupción es su brazo ejecutor. La derecha incrimina de despilfarro a la izquierda, tildándola de manirrota cuando del empleo del dinero de todos se trata. Y el tiempo, definido como magnitud física con la que medimos la duración y la separación existentes entre acontecimientos.

¿Saben ustedes cuanto nos va a costar la dilación temporal de no contar con un gobierno que asuma el devenir del Estado? Si no hay gobierno es porque ni uno ni otros lo quieren. O sea, la derecha y la izquierda en estado puro: altas dosis de irresponsabilidad.

Ésta, fundamento último de sus integrantes, políticos profesionales de nuestro sistema político.

Me he preguntado infinidad de veces por qué los políticos le dan mayor importancia a los ingresos públicos que al gasto público. Sobreactuando sobre los defraudadores y sin embargo haciendo manga ancha contra los despilfarradores. Porque si de lo que se trata es que el Estado de bienestar funcione, ambas cosas adquieren consideraciones de igual naturaleza. Lo que realmente pone en peligro su supervivencia es el descontrolado y desorbitado gasto público que nos lleva a una situación insostenible de deuda pública. Su gestión va a erosionar la construcción del Estado social en un futuro inmediato.

Los papeles del Estado del Canal podrían ser definidos como un compendio de inmoralidad colectiva, que lo mismo afecta a la derecha que a la izquierda. El dinero y la codicia no tienen ideologías. La solidaridad en situaciones así es la nota característica. El capitalismo global desarrollado por el mundo occidental para ponerlo a disposición de todos los demás mundos, ha hecho que se den la mano Putín y amistades de su círculo de poder, el presidente de China, Irán y Corea del Norte.

Panamá no solo es punto de encuentro del Atlántico y del Pacifico, sino que asume la condición de verdadero reino del multiculturalismo. Y eso que ahora con la crisis de los refugiados y con el yihadismo, se comienza a poner en entredicho en la vieja Europa. La ausencia de norteamericanos es significativa. Quizás ellos han resuelto definitivamente la cuestión con el Estado de Delaware. EE. UU se anticipó a la globalización, construyendo desde siempre un Estado que satisficiere todas las necesidades, incluida la de un paraíso fiscal dentro sus fronteras. Yo siempre he pensado que el problema de Gibraltar solo es soluble para España, otorgando a la Línea de la Concepción un estatus similar. Yo me conformaría en realidad otorgándole las posibilidades económico financiara que asume Luxemburgo en el seno de la UE.

El despilfarro debe ser perseguido igualmente, a pesar de que suele materializarse dentro de las fronteras. En la ribera del Guadalquivir, en el Palacio de San Telmo saben mucho de esto. La Junta de Andalucía admite que tiene a 1.800 empleados «mano sobre mano». Vamos, trocándoselas sólo. La integración en el Servicio de Empleo de los empleados de la Administración paralela, creada para reubicar contratados por infinidad de fundaciones afines a la causa socialista (FAFFE entre otras) en Andalucía y por lo tanto en ausencia de principios de mérito, capacidad y publicidad, según innumerables sentencias, cuesta cien millones al año.

Si los integrantes de la Administración paralela integrados en la Junta supuso la integración de 24.000 personas, haciendo una simple regla de tres, el ahorro potencial en gasto corrientes podría ascender a 1.333 millones. ¿Y dice la Presidenta que no es posible asumir recortes de 600 millones?

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