Julio Malo de Molina - OPINIÓN

Cartas Marruecas

Ahora se accede a Tánger, atalaya del universo musulmán, en apenas cincuenta minutos, sin embargo el sentido inverso puede resultar una muy peligrosa travesía

Así se titula una novela epistolar de José Cadalso que se considera una de las mejores piezas de la literatura en castellano, obra póstuma del autor, se publica por entregas en el periódico ‘Correo de Madrid’ en 1789, siete años después de su muerte. Consiste en noventa cartas del joven marroquí Gazul, ficción literaria que no sólo describe la cultura y costumbres de Marruecos sino también expresa una crítica severa de la situación política y social que padecen los dilatados territorios de la Corona de España a finales del siglo XVIII, al filo de las revoluciones en América y en Francia; poco antes de nuestra primera guerra civil y de la quiebra del imperio colonial español.

Cadalso era militar y aventurero; hombre de acción a la vez que pulcro escritor, según un modelo poco frecuente en nuestra cultura pero que ha producido notables ejemplos en otras, como el caso más reciente del británico Lawrence de Arabia. Su texto es uno de tantos en los cuales se refleja la paradoja entre dos culturas a la vez territorialmente muy próximas y demasiado alejadas cultural y políticamente, sobre todo desde que a finales del siglo XV desaparece el Reino Nazarí, y se producen las expulsiones de judíos y moriscos que emigran de Europa.

Ahora, desde Tarifa , punta suroccidental de Europa, se accede a Tánger , atalaya del universo musulmán, en apenas cincuenta minutos, sin embargo el sentido inverso puede resultar una muy peligrosa travesía para un enorme contingente de mujeres y hombres, quienes demasiadas veces pagan con sus vidas tan dificultoso empeño. Una marroquí que consiguió llegar a España escondida en un camión, me decía que nunca consume pescado, «porque los peces comen gente», recordando así a los compañeros y compañeras cuyos restos llenan de dolor las aguas del Estrecho . Uno a veces olvida esta tragedia cuando visita como turista la fascinante Tánger, una de las poblaciones más antiguas del mundo, porque ahí tenía que existir desde siempre una ciudad, junto a Cabo Espartel que es bocana de ese angosto brazo de mar, a través del cual el Mediterráneo derrama sus aguas a todos los océanos.

Tánger fue bereber, ancestral cultura mediterránea que alcanzó la Península Ibérica como muestra la relación entre su idioma y el euskera; luego ocupada por los depredadores que sucesivamente colonizaron nuestras costas: fenicios, romanos, vándalos y árabes; a partir de finales del XV es el lugar que acoge a los sefardíes arrojados de la península, el carácter hebraico de la ciudad se mantuvo hasta la colonización europea.

En la Librairie des Colonnes he conversado con una antigua amiga, Ana Solomon es una superviviente de la extensa población hebrea de Tánger y recuerda con nostalgia la ciudad de las tres culturas que ella conoció. La charla prosiguió en Le Salon Bleu, delicioso e imprescindible oasis en la kasbah, la cual se conserva acogedora pese al desmesurado desarrollo reciente de la urbe. Allí recordamos a Paul Bowles, el escritor que se asocia más que ningún otro a una ciudad objeto de múltiples miradas literarias; al borde de continuar viaje por Marruecos recordamos su novela ‘El Cielo Protector’ (The Sheltering Sky, 1949) que llevó al cine Bernardo Bertolucci en 1990, esperando que la aventura no resulte tan tormentosa como la de Port (John Malkovich) y Kit (Debra Winger). He visitado muchas veces Marruecos pero no puedo decir que haya llegado a conocer su indescifrable diversidad, pues se trata del país más complejo del norte de África.

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