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Carme Pigem

Este año, el Pritzker de arquitectura ha premiado a profesionales con estudio en Olot, Girona

Julio Malo de Molina
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El pasado jueves día 2 de marzo en todos los medios resplandecía la noticia. El galardón más importante de la arquitectura, The Pritzker Architecture Prize, se concedía en su edición de 2017 a tres arquitectos con estudio en Olot, Girona, que además son asesores del Parque Natural de la Zona Volcánica de La Garrotxa.

Se trata de Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Villalta. Esta relevante distinción considerada ‘Nobel de la arquitectura’ se concedió por vez primera en 1979 a Philip Johnson, autor de las madrileñas Torres KIO, dos rascacielos inclinados también conocidos como ‘Puerta de Europa’, si bien al año siguiente se otorga al ingeniero mexicano Luis Barragán cuya obra a escala más humana y de primorosa factura se aleja de la desmesura del norteamericano.

Desde entonces la lista de profesionales distinguidos por la Fundación Hyatt ha oscilado, desde la arquitectura espectacular y mediática, como la de Hans Hollein, Frank Ghery o Christian de Portzamparc; al rigor disciplinar y coherentemente moderno propio de esforzados artesanos de la arquitectura, como Oscar Niemeyer, Tadao Ando, Rafael Moneo, Paulo Mendes da Rocha o Eduardo Souto de Moura. En 2002 se premia a Glen Murcutt, arquitecto australiano cuyo trabajo se caracteriza por las soluciones simples, eficaces, inventivas, así como adecuadas al medio ambiente y a las tradiciones populares de su tierra. Una decisión del jurado de ese año precursora de ésta que ha premiado la discreta labor de Rafael, Carme y Ramón. Conocí a Carme Pigem en febrero de 2003, ella ya era una prestigiosa arquitecta muy joven, y su equipo RCR destacaba por su trabajo apegado a la naturaleza mediante una arquitectura lenta, silenciosa y sostenible. Por eso la seleccionamos para participar en el jurado que concedió la primera edición de los premios de arquitectura que con carácter bienal concede el Colegio de Arquitectos de Cádiz, en el cual yo tenía el orgullo de ejercer como su primer Decano. Se establecieron dos premios, el Sánchez Esteve en honor al arquitecto que introduce en Cádiz el Movimiento Moderno, y el Premio Torres Clavé para arquitectos jóvenes que lleva el nombre de ese profesional novel que murió combatiendo en nuestra guerra civil después de haber liderado la modernidad durante la República. La intervención de Carme tuvo mucho que ver con las características de las obras premiadas: la Casa de las Estrellas, de Jesús Orúe y Pedro Ledo, una vivienda mínima bien resuelta con recursos sencillos; y el Sendero del Pinar de la Algaida, de Ramón Pico y Javier López, intervención sostenible sobre un espacio natural tan delicado como el Parque de los Toruños.

Carme nos sedujo a los demás participantes en el jurado, entre quienes también estaban Juan Antonio Corrales, Javier García Solera, Víctor Pérez Escolano y Raimon Torres, todos ellos reputados maestros de tan noble disciplina.

La obra de Carme Pigem Barceló y de sus dos compañeros está inspirada en el singular paisaje de su tierra, algo muy visible en el Parque de la Piedra Tosca (Les Preses, 2004), que recupera una tradicional explotación agrícola de cráteres volcánicos. Surgen también de estas ideas obras recientes en entornos urbanos, como la biblioteca Sant Antoni-Joan Oliver en una manzana del Ensanche de Barcelona (2005), el restaurante Les Cols (2005) y la guardería Els Colors (Manlleu, 2006). Es una satisfacción que tan solemne distinción se conceda este año a una forma humilde de construir, alejada de estos acontecimientos plásticos ajenos a la arquitectura para hombres y mujeres que muchos deseamos.

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