OPINIÓN

Badenes

Consulto la hemeroteca y hallo que desde hace un par de meses, al menos, la prensa se ha ido haciendo eco de los polémicos cruces de reproches entre Junta y Ayuntamiento por la instalación de pasos elevados en el perímetro del casco antiguo de Cádiz

Consulto la hemeroteca y hallo que desde hace un par de meses, al menos, la prensa se ha ido haciendo eco de los polémicos cruces de reproches entre Junta y Ayuntamiento por la instalación de pasos elevados en el perímetro del casco antiguo de Cádiz. Tras su construcción, se criticó su ejecución desmedida, posteriormente nos sorprendieron las noticias sobre su reducción, la eventualidad de su eliminación y sustitución por semáforos y, por último, su demolición y rehacimiento con otros materiales. Y vuelta a empezar.

Perplejo, el contribuyente intenta mantenerse informado sobre el responsable de ese desaguisado (puede usted considerar que así puede tratarse el hecho de crearlos, eliminarlos, sustituirlos o repintarlos) y, a pesar de los esfuerzos periodísticos, nuestros insignes representantes públicos han liado la madeja de tal forma que resulta complicado saber qué fue primero: si el huevo o la cabeza hueca.

El único dato claro que no escapa a la comprensión del ciudadano medio es que alguien ha malgastado mucho dinero público inútilmente, despilfarro que otro alguien ha impedido parar y que otro alguien está dispuesto a incrementar. Y, so pena de la incógnita acerca de la identidad -una o trina- de esa mente preclara, sí podemos tener una certeza: no tiene ni idea de cuánto cuesta ganarse la vida.

Estamos administrados por verdaderos irresponsables, que evidencian por su gestión una ignorancia absoluta del funcionamiento de un despertador, el mecanismo de apertura de una baraja metálica, un encuadramiento contable y la dosis precisa de valeriana para conciliar el sueño sin tener idea de cómo pagarle a los niños aquella excursión extraordinaria a las cuevas de Nerja que tanta ilusión les hacía.

Tenemos la obligación de contribuir a la cimentación del estado de bienestar, de tal manera que puedan construirse hospitales, colegios, juzgados y carreteras. Que puedan pagarse unos dignos servicios públicos cuya finalidad sea la mejora del bienestar común y que nos ayuden a progresar como individuos en sociedad. Pero no podemos ni debemos aquietarnos ante la despiadada dilapidación, por parte de una gestión parasitaria, de los recursos que tanto esfuerzo nos cuesta reunir día tras esforzado día.

Hoy hablamos de badenes. Pero podríamos hacerlo sobre el cambio de color de un carril bici nuevecito impuesto a la mayoría para beneficio de unos pocos. O de la abstención de concejales -que decían querer alejarse de imposiciones partidistas- ante la aprobación de la subida del precio de la zona azul sin que se nos explique dónde está el interés de la ciudadanía en esa medida. Y de muchas minucias más, que acumuladas sin orden ni concierto -muy a la manera en que aquí se dirige, regula y administra- pueden acabar derrumbándose y afectar a la estabilidad de los pilares de la plataforma que nos sostiene.

Dejen de jugar al monopoly con nuestro dinero. Han pasado las elecciones y aún tardarán en llegar las siguientes autonómicas y locales. Dedíquense a trabajar por el bien común. Y, si no saben, váyanse.

Dejen de ponernos badenes.

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