OPINIÓN

Avalanchas

La visión histórica debería considerar a la sociedad como un montón de arena

Termino de leer el libro que Salustiano Gutiérrez publicó algunos meses, bajo ese mismo título, sobre los sucesos de Casas Viejas. Obra sólida y ambiciosa donde el autor trata de desentrañar las raíces sociales, económicas y políticas que, en enero del 33, desencadenaron aquella tragedia. El autor busca con ahínco la verdad de lo sucedido en torno a aquellos dos días de infausta memoria. A lo largo de casi un millar de páginas aporta testimonios de protagonistas y testigos de los hechos (muchos de ellos ya recogidos por Mintz), documentación oficial extraída de archivos y actas judiciales, las distintas versiones que manejó la prensa arrimando cada medio el ascua a su sardina. Todo ello escrupulosamente situado en su contexto histórico.

Pero ya casi al final del libro me encuentro con una reflexión del propio Salustiano que me hace pensar sobre el esquivo objetivo de la verdad en relación a cualquier suceso pasado. ‘Todo, en su conjunto, ha convertido este episodio en un asunto complejo de entender, confuso y diverso’ , dice Salustiano, refiriéndose en concreto al papel del Gobierno de la República, y al de Azaña en particular, en la sangrienta represión llevada a cabo en la aldea por parte, sobre todo, del tristemente célebre capitán Rojas.

He simultaneado la lectura de esta obra histórica con el estudio que en su día llevara a cabo Per Bak sobre la dinámica de distintos fenómenos naturales a partir de su consideración como sistemas complejos de criticalidad autoorganizada, en campos que abarcan la geofísica, cosmología, ecología, economía, evolución, teoría cuántica, sociología o neurobiología. En todos ellos observa un comportamiento común que puede ser formalizado matemáticamente sobre la simulación del conocido como ‘montón de arena’.

Una de las enseñanzas más valiosas de las muchas que se extraen de este modelo teórico y experimental de comportamiento físico es que, echando por tierra las relaciones causales y los flujos lineales de los acontecimientos, determina que la acción de un insignificante granito puede acabar desatando una avalancha , como sabe cualquiera que se haya entretenido en la playa construyendo uno de estos montículos dejando caer sobre su cima arena húmeda de entre sus dedos. La investigación histórica también debería tomar nota de esto a la hora de buscar y juzgar las razones de las grandes convulsiones que en ella se producen, ya sean de forma previsible o de manera inopinada.

Si enfocamos la historia como una sucesión lineal temporal de causas y efectos, o si juzgamos a sus protagonistas desde un punto de vista moral, o si consideramos la voluntad humana como fuerza motriz de todo lo que ocurre, no podremos entender los complejos mecanismos que provocan enormes avalanchas como las de los Sucesos de Casas Viejas . La visión histórica debería considerar a la sociedad como un montón de arena cuyos granos no son los seres humanos, equipados de conciencia y sentimientos, sino aquellas comunicaciones que todos llevamos a cabo.

Así, una simple nota manuscrita oculta en el bolsillo de un paria con la orden de proclamar el comunismo libertario, si se dan de modo fortuito determinadas condiciones, desencadena una cascada de comunicaciones que acaban con la dimisión de un presidente del gobierno, la caída de un régimen y el baño de sangre humana que suele ser el precio a pagar en cada uno de estos derrumbamientos de un orden social siempre precario, porque su consistencia depende de miríadas de comunicaciones individuales que eventualmente, y con la participación caprichosa del azar, mantienen al sistema social a un estado crítico global siempre al borde del caos.

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