El Apunte

Una atención que sigue desbordada

Centros como el de San Roque y comisarías siguen al límite con la presión migratoria

Tras un verano en el que se superaron todos los récords, en el que se dieron cifras que cambiaban cada día, casi a cada hora, la situación de la inmigración en la provincia de Cádiz sigue desbordada. La incesante llegada de pateras a nuestras costas ya no está acaparando toda la atención de los medios nacionales, ni se están viendo escenas como las que desgraciadamente se tuvieron que ver de estas personas pasando las noches a la intemperie en las patrulleras que les habían rescatado, de los barracones desbordados, de extranjeros por los suelos de comisarías y puertos pero, aunque se prefiera mirar para otro lado, el sistema sigue sin responder del todo a la altísima necesidad que se sigue planteando en una provincia donde la presión migratoria no ha cesado aunque ahora se hable ya de otras cosas.

La realidad la dan los datos. El Centro de Atención Temporal de Extranjeros (CATE) levantado en el muelle de Crinavis en San Roque no da abasto. Desde que se abrió como la solución en agosto han pasado por él casi 7.000 personas. La cifra sobrecoge. La práctica totalidad de ellos son subsaharianos pero sin embargo a él también se están trasladando en las últimas semanas a marroquíes debido a que las comisarías y otros centros vuelven a estar saturados. Y así, hay que ir otra vez al principio. A tener que ponerlos en libertad porque este centro no es un lugar de detención sino de atención. Si además, a esto se le suma que Marruecos ha cerrado también el grifo para acoger a sus compatriotas (de 25 devoluciones que aceptaba antes, a 10 en la actualidad) el embudo se hace todavía más estrecho.

Y de nuevo el ‘problema’ vuelve a recaer sobre los mismos. Sobre los agentes que tienen que hacer su trabajo que es mantener el orden y la seguridad en condiciones que no son las que se supone que tenían que ser o se dijeron que iban a ser. Sus sindicatos siguen alertando de que faltan medios:humanos y materiales, que la planificación que iba a haber no existe, y que la implicación de la Unión Europea, también anunciada cuando las imágenes dañaban sus retinas, no ha llegado. Pero, ante esta parálisis, ellos tienen que seguir haciendo su trabajo. Pese a todo. Por cada turno, nueve policías y una enfermera para 400 internos, una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento debido a la situación tan delicada en la que se encuentran estas personas que, ante esta saturación, tampoco ven que puedan vivir esa nueva oportunidad que vinieron buscando.

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