Ángel G. Piñero

Una vida desgajada y profundamente hiriente queriéndose reconstruir en un punto exacto de la geografía, en esta comarca del Sur del Sur, por donde entró a nuestra península la modernidad hace ya más de tres milenios

Enrique García-Agulló

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Ángel González Piñero nació aquí en 1932, en plena república española, hijo de un carabinero gallego y de una madre asidonense. Su hermano también era gaditano, de Chiclana, y su familia, abuelos maternos y otros parientes, de 'por aquí', de la zona de Campano. Con el tiempo, reeligió nuestra Bahía, El Puerto de Santa María, para pasar sus últimos años junto a su esposa, Catherine Lacoste, hija del conocido tenista francés y empresario textil, pero campeona mundial de Golf por su propio derecho y saber hacer.

Ahora Ángel yace para la eternidad en el Cementerio Mancomunado de Chiclana, nuestro camposanto, donde ya había enterrado a su pobre madre y donde se trajo desde Argentina los restos de su padre, allí fallecido. Una vida desgajada y profundamente hiriente queriéndose reconstruir en un punto exacto de la geografía, en esta comarca del Sur del Sur, por donde entró a nuestra península la modernidad hace ya más de tres milenios. Y aquí dejó su más postrer legado, el aprendizaje de la guitarra clásica, sus últimas composiciones o sus inacabadas partituras.

Le dio tiempo a escribir casi toda su vida menos sus últimos días, claro está, aquellos donde la muerte silencia el teclado del ordenador sin poder cerrar el fin de su obra, pero leer su autobiografía «Yo, mis guitarras y … cosas de España», ya les digo, abre los corazones a una vida dura, muy dura, en aquellos tiempos donde sonaban los tiros, el hambre crecía por doquier y reinaba la escasez. La vida de un hijo de alguien que luchó en el bando republicano y que desapareció, una madre que no encontraba aposento entre los suyos, que tampoco nada podían dar a aquella jovencísima mujer que tenía que criar a dos hijos, y un constante trasiego de juventud entre Barcelona y Cádiz o entre Barcelona y los campos de refugiados del sur de Francia.

Desde niño tuvo que trabajar para colaborar en lo que pudo por la precariedad de aquella familia de una madre sola con dos hijos que sacar adelante en nuestra postguerra y que bien pronto, como era de esperarse, enfermó gravemente quedándose solos para cuidarse entre ambos. Y entre tanto desfavor de la vida, una pasión, la música a través de la guitarra clásica. Les confieso que leer las líneas que, a guisa de memorias, dejó escritas, me conmovieron hasta lo más profundo de mi alma.

El pasado 21 de febrero de este año falleció este ilustre gaditano y, a los pocos días, sus amigos y sus admiradores, ofrecieron en su memoria un magnífico concierto en el Teatro Real de Madrid el 22 de marzo bajo el lema «ReCuerdas de una vida», esto es, cuerdas de guitarra que, a lo largo de sus años, ofrecieron a seguidores y melómanos en general toda clase de sensaciones y sentimientos.

Su música volverá sonar en Cádiz este viernes 11 de noviembre en el Santuario de nuestra Patrona donde sus acordes, por la generosidad de la Asociación Cultural que lleva su nombre, podrán traernos a quienes podamos asistir, la música de un gaditano universal y Maestro de la Música, su fervorosa relación con nuestra tierra y nuestros sentires y la maravillosa melodía del hombre que inventó lo de poder tocar la guitarra indistintamente con las dos manos.

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