Trinquete

Como tantísimos otros oficios el de carpintero de ribera ha pasado a la historia

Como tantísimos otros oficios el de carpintero de ribera ha pasado a la historia. Otrora era una actividad artesanal pujante, que aunaba el modelado y el domesticado de maderas nobles como el roble, el castaño, la encina, el haya y el fresno, y sobre todo la construcción naval. Su actividad iba desde la selección de las mejores maderas, el aserrado, la fabricación de piezas, ensamblado y construcción de barcos, así como su calafateado e impermeabilización de juntas.

Un gaditano ilustrado , hombre de saber y ciencia, de letras y sentir, Don José María Rodríguez Díaz, compañero de labores administrativas y sobre todo amigo, relató en su libro « Los Gremios de la Ciudad de Cádiz » las actividades artesanales que existían en el siglo XVIII. Entre ellos destacaba «La Hermandad de Nuestra Señora de los Ángeles de los Maestros Calafate», unida a la de los Carpinteros de Ribera. En el año 1769 contaba con 70 maestros y dos oficiales. Eran los encargados de dar formas náuticas a las maderas que surcaban los mares. Cuadernas, codaste, baos, tranquil, roda, regala, mamparos, sentina, imbornal. Esos en la parte del casco. Y en la cubierta mascarón, andana, castillo, alcázar, y sobre todo los palos, bauprés, mesana, mayor y trinquete.

El único Trinquete que existe en la Bahía de Cádiz , que con las jarcias rotas, soporta los envites del poniente y del norte, rodeado de escombreras con salitre, es el mástil gallardo y esbelto de la Antigua Escuela Náutica .

En el Catálogo del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico de la Consejería de Cultura, aparece como una de las obras más emblemáticas de nuestra arquitectura moderna. Su construcción entre 1963-70 fue obra de los arquitectos Luis Laorga Gutiérrez y José López Zanón . Dicen los expertos, entre ellos Julio Malo de Molina, ex decano del Colegio de Arquitectos de Cádiz, que ninguna otra construcción ha sabido dar esa imagen náutica, con esa curvada proa que mira a la Caleta y desde donde el horizonte nos acerca al Atlántico más azul y sereno de los días de brisa, y al más gris y ruidoso de las mañanas de temporal.

Pena da pasear viendo esos atardeceres únicos de La Caleta y a ese majestuoso edificio que se embebe del oro del sol de poniente abandonado a su suerte. Años de descalabro y de desahucio de unas administraciones incompetentes, de ninguneo y dejación de un patrimonio de valor y recuerdos.

Por fin una pancarta para la esperanza, para sonrojo de responsables que no están a la altura. Una bandera sin colores ni escudo paro empapada en ilusión. ¡ La Escuela de Náutica se hunde. Ayúdanos a Salvarla !, y en la cofa un SOS. Fue lugar de ciencia, lugar de sextantes y de astrolabios, de cartas náuticas y de singladuras simuladas, de Cine Forum y de fiestas prohibidas para los que deseábamos compartir futuro con los mayores. De residencia de estudiantes para aquellos de más al sur, de mesas de debate y de opiniones transgresoras.

Un grupo de personas sensatas claman para que vuelva a ser lo que fue. Testigo de los mejores atardeceres que el ojo humano pueda disfrutar, y pletórico de uso.

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