Ignacio Romaní - CARTA ABIERTA

Amistades Peligrosas

Eran los días en los que salir del Ayuntamiento a la plaza –antes que la hiciéramos peatonal- suponía tumbarse en el aparcamiento para mirar los bajos del coche

Ignacio Romaní
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Cuando en febrero de 2010 la policía lusa detiene a dos etarras con una tonelada y media de explosivos en Óbidos, encontraron allí planos de la ciudad de Cádiz e información de algún que otro concejal que ya por entonces era compañero mío. Cinco años antes también habían encontrado documentación sobre Teófila a la sobrina del etarra encarcelado en Puerto II que vivía en un piso de La Laguna. La pesadilla parecía no cesar.

Habían pasado siete años de la detención, en marzo de 1998, de los dos asesinos de Alberto y Ascensión. Tiro en la nuca en el barrio de Santa Cruz. Los asesinos tenían, en el piso de José Laguillo, cuatro pistolas, un fusil, ocho ollas a presión… Y no sabemos muy bien dónde, algún que otro ticket de una terraza de un bar de San Juan de Dios.

Los habíamos tenido enfrente. Mirando, vigilando, anotando.

Eran los días en los que salir del Ayuntamiento a la plaza –antes que la hiciéramos peatonal- suponía tumbarse en el aparcamiento para mirar los bajos del coche. Los días en que la Policía nos llamaba para que fuéramos cambiando los itinerarios diarios. Días en los que nuestros compañeros acudían a entierros casi todas las semanas, en Sevilla, en Málaga, en Madrid... Antes incluso de ese 1998 Otegi ya había sido condenado por secuestro. Que era miembro de esa banda de asesinos no se dudaba. Sus procesamientos por pertenencia a banda armada en grado de dirigente y por los continuos homenajes a los asesinos continuaron todos esos años. A muchos ciudadanos –y nosotros éramos y somos ciudadanos, fuéramos concejales novatos o veteranos– se nos helaba la sangre al ver cómo en un pabellón de deportes se enaltecía a quienes mataban a nuestros compañeros por que no pensaban como ellos. Estábamos en democracia, claro está. Pues allí estaba Otegi.

Otegi estaba allí, y ahora está en las instituciones dando conferencias sobre la paz. Está visitando asambleas democráticas gracias a que el partido de González Santos ‘Kichi’, Podemos, le invita a dar lecciones de democracia a aquellos que hace unos años asesinaban los etarras.

Por eso quizás González Santos no lo tiene claro, y por eso él y miembros de su partido no tienen reparo en fotografiarse orgullosos con quienes están condenados por terrorismo.

Por eso quizás su partido invita a quien secuestró, enalteció y dirigió a la banda de asesinos –a esas amistades peligrosas– a que nos den la teórica a todos aquellos que preferimos el escaño en vez de la pistola.

Y quien ocupa hoy la Alcaldía de Cádiz, tan propenso a las sentencias, (vosotros sois los que echáis a la gente a la calle, usted es el culpable del paro –ahora es la Junta–, ustedes son los responsables de la miseria en Cádiz, ellos son los responsables de que Cádiz se muera de hambre…) no lo tiene claro. No tiene clara la responsabilidad de Otegi. Esta es la persona que ocupa hoy la Alcaldía de Cádiz. Este es su nivel.

Pues que sepa usted que Cádiz sí lo tiene muy claro. No a Otegi. No al terror. No a los asesinatos ¡No a ETA!

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