OPINIÓN

Alcaldes bajo sospecha

Las investigaciones en dos ayuntamientos de la Sierra resucitan viejos fantasmas provinciales

Las investigaciones que recaen sobre dos alcaldes o exalcaldes de la Sierra –de Villamartín y Alcalá del Valle, concretamente– han reavivado la dolorosa sensación de que la falta de rigor y control ha sido norma en demasiados gobiernos locales durante demasiados años en esta parte de España. Los casos serranos – ambos por facilitar empleos bajo métodos sospechosos– están sujetos a la presunción de inocencia, siempre sagrada. Pero los precedentes en la provincia justifican la indignación ciudadana. Ahora, años después, cuando muy pocos están ya en aquellos cargos, la Justicia culmina su lento –pero cuidadoso e implacable– trabajo. Ha sido necesario un cuarto de siglo pero, finalmente, ha quedado demostrado que la Justicia no es «un cachondeo». La frase que acuñara Pedro Pacheco le perseguirá para siempre como su sombra, sobre todo porque el propio exalcalde jerezano representa mejor que nadie esa etapa que, ojalá, ahora termina. Los dos casos de la Sierra pueden quedar sin culpa ni culpables. Quizás sean las últimas y levísimas réplicas de aquel terremoto. Ojalá. El seísmo político provocó, por ejemplo, que dos de los últimos tres alcaldes de Jerez hayan acabado en prisión por graves irregularidades convertidas en sentencia. O que colegas de bastón de mando en Rota y El Puerto de Santa María puedan seguir el mismo camino a poco que se resuelvan recursos o peticiones de indulto.

Los que van a la cárcel, o empiezan a salir de ella, forman un símbolo cuyo fantasma reaparece con cada investigación. Es el de una época entera de supuesta impunidad, de excesos, descontrol del gasto y decisiones arbitrarias. Al jerezano le decían ‘El Enorme’ y así ha sido su caída. Pero las de los Sánchez (Pilar y Lorenzo), Hernán Díaz o Corrales pueden ser comparables. Del bastón de mando al reproche social público y oficial, de las cámaras al ostracismo y, de ahí, a la cárcel.

Así, acababa entre rejas un buen sector de la sociedad gaditana, un tiempo entero, el de la egolatría y el localismo que se creía con capacidad para superar límites y reglas, para burlar la ley con la excusa casi absolutista de hacerlo todo por el pueblo, para el pueblo pero sin pueblo, con pólvora del rey, con fondos públicos que por ser de todos parecen ser de nadie. Que arreen los que vengan detrás con deudas y errores. Todo por tal de colocar apellidos, fotos y nombres en un hipotético libro de la historia que ahora recoge el oprobio de la condena. Además, con juicio justo, recursos y revisiones, con tercer grado...

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