OPINIÓN
Su minuto de gloria
No alcanzo a entender qué pasa por la cabeza de alguien que graba con su móvil los cadáveres de un terrible accidente de autobús
Es complicado de entender. Hay que tratar de situarse en el momento justo e imaginar qué puede pasar por su cabeza. Pero aún así es difícil. Al menos quien suscribe no alcanza a comprender qué pasa por la mente de una persona que en momentos de auténtico drama, de la tragedia más absoluta, saca un teléfono móvil para grabar la escena. Es entendible si de lo que se trata es de denunciar una injusticia manifiesta. Ha ocurrido en el conflicto entre Israel y Palestina esta misma semana. Hemos visto cómo se cometían las más salvajes tropelías, cómo secuestraban a chicas jóvenes de la forma más cruel, cómo ametrallaban los coches que trataban de huir. Todo prácticamente en directo. Quien en ese momento da al botón de grabar y luego lo comparte es lo más parecido a un héroe. Y lo es, primero, porque en ese momento se está jugando la vida. Y también porque ya sabemos que una imagen vale más que mil palabras. Por más que nos cuenten los corresponsales enviados a la zona, si lo vemos con nuestros propios ojos es mucho más fácil ser conscientes de los horrores cometidos por los terroristas de Hamás. Y de paso es mucho más difícil de justificar por sus palmeros, que hasta aquí en España los hay, incluso dentro del Gobierno en funciones liderado por Sánchez. A ese valiente que saca el móvil en un momento en que le puede atravesar una bala, todos los honores. Pero al que lo saca desde la ventana de su casa cuando ha ocurrido un accidente en su calle, al que se recrea además comentándolo como si estuviera jugando a un videojuego, al que graba un cadáver de una chica que ha sido atropellada por un autobús... a ese no sé ni cómo calificarlo. Imagino que su motivación son los 'likes' cuando lo suba a sus redes sociales. O simplemente comprobar que su 'obra' logra la categoría de 'reenviado muchas veces' en WhatsApp. Su momento de gloria. Su única forma de salir aunque sea efímeramente de su mediocridad cotidiana.
El problema es que no es uno solo. Un tarado puntual que debería pasar más horas en el psicólogo y menos deslizando pantallas de Tik Tok en su móvil. El drama es que, pase lo que pase, ocurra lo que ocurra y donde ocurra, siempre hay alguien que lo graba. Y lo comparte. Por tanto es un problema social. Una cuestión que en algún momento deberemos afrontar. Sobre todo porque los niños y los adolescentes de hoy, que serán los adultos de mañana, se están convirtiendo en las primeras generaciones de personas a las que sólo les preocupa el mundo virtual. El mundo real no les interesa. ünicamente lo que aparece en el móvil. Y creo que no somos conscientes de la degradación social en la que estamos inmersos. Ya sé que es propio de todo adulto pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, que antes los jóvenes eran más educados, que había más respeto. Todo eso lo sé y no es cierto. O al menos no absolutamente cierto. Antes también había cretinos. Siempre ha habido maldad. El problema es que ahora nos cuentan sus 'proezas' en vivo y en directo. Y el foco no debemos ponerlo en analizar el pasado. Sino el presente y sobre todo el futuro que nos espera cuando todos estos sean los que toman las decisiones de verdad importantes. Cuando lleguen a ser concejales, alcaldes, directivos de empresas, coordinadores de equipo o ministros del Gobierno. Mire usted que hay mediocridad actualmente en muchos de esos puestos. Pero es que lo que nos espera es esa misma mediocridad unida a una absoluta falta de valores. Soy perfectamente consciente de que nada va a cambiar. Y que no es un problema de Cádiz ni de España. Es un tema global, mundial. Y literalmente todo el mundo está dando pasos para atrás. Lo único que nos queda es esperar a ver quién saca el móvil para grabar y retransmitirnos la escena del próximo autobús sin frenos que deja cuatro cadáveres por el camino a mayor gloria de tanta mediocridad humana.
