Dele un carguito

El ministro Bolaños es el vivo ejemplo de político al que se le va la cabeza cuando alcanza un cargo público

Ignacio Moreno Bustamante

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Por miles. Literalmente. Se pueden contar por miles los políticos a los que se les va la cabeza cuando alcanzan un cargo público. Tocan pelo y se convierten en otros. O probablemente sacan su yo real, el que esconden tras una máscara de humildad y afabilidad cuando de lo que se trata es de pedir el voto. En Cádiz tenemos ejemplos para dar y regalar. De todos los partidos. De jovenzuelos que comenzaron en Nuevas Generaciones del PP o en las Juventudes Socialistas regalando sonrisas a diestro y siniestro para luego convertirse en auténticos déspotas. En mi profesión se vive bastante cerca de los políticos. Hay compañeros a un lado y al otro de la 'trinchera'. Unos en los medios de comunicación y otros en los gabinetes de prensa. Y como es lógico, las anécdotas corren como la pólvora. Cuando se unen para tomar unas cervezas antiguos jefes de prensa, de gabinete o asesores de comunicación, no dejan títere con cabeza. En realidad alguno sí la conserva, porque también los hay muy dignos. Políticos, me refiero. No ya a la hora de ejercer el poder, que también, sino su liderazgo. Suele decirse que en las distancias cortas los políticos ganan. Lógico, no les queda otra. Buena parte de su trabajo consiste en mantener su imagen. Pero en las muy cortas, en las muy muy cortas, es cuando a muchísimos de ellos se les ven las costuras. Es con sus propios equipos, con sus subordinados, cuando cambian amabilidad por tiranía, eficiencia por mediocridad.

Ya digo que en Cádiz, a lo largo de las últimas décadas, ha habido muchos ejemplos de ello. Pero es cierto que en los últimos tiempos la política nacional es la que se lleva la palma.El más claro ejemplo, en el Top One, se encuentra sin lugar a dudas nuestro insigne presidente del Gobierno. Hay un Pedro Sánchez hasta junio de 2018 y otro radicalmente distinto tras la censura a Mariano Rajoy y su llegada a la Moncloa. A tal punto, que ya ni siquiera se molesta en disimularlo. Su imagen entre chulesca y soberbia es sin duda su sello más característico. Absolutamente antagónica a la que mostraba cuando su propio partido lo defenestró y prometió «recorrer todos los rincones de España en coche y escuchar a las bases» para recuperar el control del PSOE. A ese nivel de poder se puede decir que algo parecido le sucedió a José María Aznar, algo menos a Zapatero y absolutamente nada a Mariano Rajoy, que guste más o guste menos, ha sido igual de campechano antes, durante y después de su etapa política. El siguiente escalón de poder es el de ministro, y ahí vamos sobradísimos de ejemplos. Obviando al desagradable Pablo Iglesias por aquello de que oficialmente ya no es político, están sus camaradas Montero y Belarra, que sin duda se creen 'elegidas' para salvarnos a todos de las garras de las peores desdichas a las que nos podamos enfrentar. La ida de cabeza de estas dos no se tradujo en soberbia, que también, sino más bien en una especie de pureza de alma inalcanzable para el resto de la humanidad. Sólo ellas pueden poseerla. Y quizá un poco Yolanda Díaz, aunque más enfocada a librarnos de empresarios explotadores y del opresor sistema capitalista . El cargo de ministro debe ser especialmente peliagudo de ejercer, porque pocos son los que salvan. Actualmente Margarita Robles y pare de contar. Pero sin duda, el líder absoluto, el rey del mambo, el boss... es el ministro de moda, Félix Bolaños. Tras el numerito del 2 de mayo en Madrid, esta semana ha estado un par de días en nuestra provincia visitando a alcaldes de su partido y dando muestras inequívocas –si es que había alguna duda– de su absoluta ida de olla. En todo momento evitó comparecer ante la prensa. Al punto de convocar y dejar tirados a los periodistas culpando, cómo no, a su equipo de comunicación. Bolaños es la perfecta definición de bobo que pretende hacerse el interesante. Del empollón de la clase que quiere vengarse de los que le daban cates en el colegio mostrando lo lejos que ha llegado. Ministro nada menos. Él. Félix. El hijo de Isabel. El abogado que era árbitro y repartía pizzas. Ministro y hombre fuerte del presidente. Así está España.

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