Memoria o desmemoria

La portavoz de Bildu en el Congreso dice lamentar el dolor causado, pero que «desgraciadamente, el pasado no tiene remedio» al tiempo que la organización, obviamente incluyéndose entre los damnificados, celebra su triunfo por «todas las memorias, todas víctimas y todos los relatos»

Felicidad Rodríguez

Cádiz

A Yolanda Díaz debe encantarle lo de reinventar, ya se trate del lenguaje, valga eso de «tantas, tontos ¿tantos? personas», o de la historia, como cuando afirmó «la historia se reescribe en el día de hoy» tras la aprobación de la Ley de Memoria Democrática. Un área del conocimiento, el de la historia, que parece que ha dejado de ser materia de estudio, descripción y análisis objetivo por parte de concienzudos investigadores, por muy horrorosas que sean sus conclusiones, para convertirse en materia subjetiva de batalla ideológica. Pero es obvio que, incluso en este ámbito, no todos están de acuerdo con tanta reescritura y no hay que irse a las antípodas políticas de los impulsores de la Ley para demostrar el rechazo, como han hecho destacados personajes y antiguos ministros y políticos del PSOE al firmar un manifiesto contra ella; al fin y al cabo, la historia, por muy terrible que sea, no cambia y una cosa es hacer justicia y reparar el daño y el sufrimiento, y otra es manipular y tergiversar el pasado más reciente. Porque eso es, y no otra cosa, el acuerdo entre el Gobierno y Bildu para incluir en la Ley la investigación de vulneraciones de derechos humanos hacia personas que luchaban por la consolidación de la democracia entre 1978 y 1983. Bildu puede estar contento porque introduce por ley la sospecha de dictadura en nuestra democracia, lo que, al fin y al cabo, siempre fue un principio de ETA. Habría que recordar que, en aquellos momentos, ETA negaba legitimidad a la recién nacida democracia considerándola una dictadura encubierta; fue entonces cuando el coordinador general de Bildu, hoy considerado por algunos como gran hombre de paz, Arnaldo Otegui, se integraba en ETA-militar; fueron los años en los que el terrorismo etarra creció de una manera espantosa, 356 asesinatos entre el 78 y el 83, entre ellos el de los gaditanos Antonio Ramírez, Hortensia González, José Gómez Mastiñán, Antonio Ramos que, aunque sobrevivió entonces, fue asesinado tres años después, el médico Alfredo Suar, cuyo cuerpo fue encontrado en lo que hoy es el hospital Puerta del Mar, pero también el atentado coordinado en Barajas, Atocha y Chamartín, entre otros muchos. Eran los años en los que ETA estableció su triple estrategia, la del asesinato que se extendería hasta el 2009, la de impulsar las manifestaciones y el apoyo de su entorno al terrorismo y la de participar en política, y ello a pesar de su boicot a las elecciones del 77 en una democracia que consideraban ilegítima. Creaban así Herri Batasuna que, con el tiempo, pasaría por sus distintas siglas hasta llegar a Bildu. Y no deja de ser irritante que sea precisamente Bildu el que inste a investigar las vulneraciones de los derechos humanos en ese período en el que, en contra de la recién nacida democracia, ETA tiñese de sangre todo el país. La portavoz de Bildu en el Congreso dice lamentar el dolor causado, pero que «desgraciadamente, el pasado no tiene remedio» al tiempo que la organización, obviamente incluyéndose entre los damnificados, celebra su triunfo por «todas las memorias, todas víctimas y todos los relatos». No es extraño que el antiguo Presidente del Gobierno, Felipe González, muestre su temor a que las memorias se conviertan en desmemorias.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación