Un verano incierto

Ante este panorama, los socios del Club Liberal 1812, en medio del calor de esta canícula que quema lo forestal y la política, nos fuimos a Sanlúcar para hablar de la Transición

Enrique García-Agulló

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Hacía ya tiempo que no vivíamos en Europa un verano tan convulso. Desde 1940 a 1945 en el que su territorio se vio ensangrentado por una contienda que superó todas sus fronteras, que pasó a las islas y a los territorios de ultramar e, incluso, a las colonias en África o la India, a las nuevas naciones del Magreb, por el Atlántico y el Pacífico, Japón, China, Birmania, que invadió Rusia o que se cobró la vida de tantos jóvenes de aquí y de allí y hasta estadounidenses.

En 1989 cayó el Muro de Berlín y, diez años más tarde, la OTAN se vio envuelta en las guerras racistas y de credo con aquellas horribles matanzas en Yugoslavia entre quienes hasta entonces habían sido súbditos de su adorado Tito. Guerras las ha seguido habiendo con europeos y norteamericanos pero en otros territorios. En Corea, en Asia Menor, en el corazón de África o en el constante aparato de defensa y ataque que mantienen los israelitas, pero no habíamos tenido una contienda bélica tan agresiva y agresora como la que estamos padeciendo en nuestras propias fronteras donde, a escasos kilómetros de Polonia suenan los cañones rusos y sobrevuelan los cielos sus fatídicos misiles como aquellas bombas volantes de los nazis sembrando terror y destrucción. Y otra vez más un penoso éxodo.

Tampoco la política ha sido durante estos años tan pacífica con la salida de la UE de los británicos y donde los países europeos del Este han desafiado de manera tan frontal la esencia componedora de esta Unión que se ve tan frágil ahora que el euro ha sido superado por el dólar y donde sus autoridades han tenido que dejar aquella calma financiera que tuvo y mantuvo hasta el tipo de interés negativo para empezar a subírnoslo ya.

Así, en esta convulsa geografía, mientas lo que queda de Europa se va auto fagocitando sus más íntimos sentimientos y valores, a Boris Johnson le echan del poder sus propios compañeros, (que ya podríamos tomar nota), el primer ministro italiano, muy en la línea de nuestros parientes de ribera mediterránea, dimite, cosa muy habitual por aquellos lares y, aquí, el jefe de la oposición se vio tumbado por su propia gente cansada ya de tantos dimes y diretes.

Mientras tanto, Sánchez, siempre paradigma de lo inusual, defiende su singular espacio nacional en fractura abierta de desobediencia y desafío a leyes y tribunales, alianzas contra natura y un furor desaforado por cambiar una Nación que ha visto crecer ya dos generaciones en paz y que ahora se pretende devolver al primer tercio del pasado siglo. Un gobierno, como los de aquella república, que defenestra ministras y ministros sin vacilación en la mano del patrón llevándonos a máximos como lo de aquel ministro de Cultura que no llegó ni a la semana. Adiós Carmen, Adriana, Lola Delgado. Adiós a Pablo Iglesia, a Laya, Illa, Campo, Ábalos. O a Iván Redondo y a tantos otros, Duque, Uribe o Castell. Tranquilos, que aquí quedan de guardia Iceta o Montero bis.

Ante este panorama, los socios del Club Liberal 1812, en medio del calor de esta canícula que quema lo forestal y la política, nos fuimos a Sanlúcar para hablar de la Transición a la que esta gente le ha puesto ya fecha de caducidad. Nos acogieron gratamente en la Bodega Delgado Zuleta, la más antigua del Marco, donde el Prof. Esteban Goti presentó su magnífico trabajo, 'Hijos de 1812, liberales para una España en transición, (1940-1980)', sorprendiéndonos singularmente Jorge Pascual, presidente de su Consejo, con una amenísima disertación en la que, con la autoridad que da la Historia, nos trasladó a aquel Cádiz de Las Cortes donde el pueblo, los Diputados y hasta la Regencia, probablemente debieron de catar su propia manzanilla.

De puertas afuera, el Covid, los incendios y las huelgas en los aeropuertos que le hacen en verano los sindicatos a sus sindicados.

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