opinión
Política exterior
«La tragedia de Ucrania, además de solidarizarnos con un país atacado sin razón, nos está permitiendo tejer una red de firmezas y confianzas»
Los españoles del común no hablamos mucho de esto. Sin querer caer en lo presuntuoso estimo que gran parte de nuestro paisanaje piensa en Asuntos Exteriores como en una gestoría con oficinas abiertas por todo el mundo donde acudir en caso de desastres, para el papeleo o ejercer el voto. A nosotros se nos tiene ensimismados con nuestro propio corral y no para lo de fuera. Mientras el mundo se mueve con agilidad y rapidez en multitud de empeños particulares aquí y allende nuestras fronteras, sin que nosotros sepamos realmente con quién se lleva bien nuestro Gobierno ni con quién se compromete.
Pero, claro, hoy tenemos que partir de una cruda realidad. ¿España es ahora una Nación o una suerte de alianzas de izquierdas e independentistas para autocomplacerse en la supremacía de sus ideologías? ¿Podemos tener claro hoy quiénes somos y con quiénes comprometeríamos nuestras alianzas? Sí, somos una democracia adherida a la UE y a un sistema plurinacional de defensa como es la OTAN, ¿pero qué papel jugamos en el campo internacional?
Y no es que los socialistas no tengan entre sus filas buenos adalides de la política de exteriores porque, sin ir muy lejos, en Bruselas tienen un personaje, más próximo al PSOE de la Transición que al de ahora, que habla claro y al que se le entiende pero, aquí, en plena ebullición bélica en nuestro continente y teniendo la marina norteamericana en nuestro país una agrupación de navíos destinados a la lucha antimisiles, de seguro más que vigilada por el ruso, ya ven que nuestro presidente no se ha querido comprometer con los socios europeos en una acción común de defensa ante armas tan perversas.
Un inciso. No sé si en su mente estará pendiente a que por fin se le invite a la Casa Blanca donde, si se diera el caso, bien que podría aprovechar para reivindicar lo del 12 de octubre porque, aunque Colón pudiera haber nacido genovés, como Gravina nació napolitano, fueron Almirantes al servicio de la Corona española, al igual que Magallanes, y que los tres mandaron unidades formadas por valientes marinos españoles, que no italianos. Como llegaron a ser norteamericanos el exsecretario de Estado Kissinger, antes alemán, o el exgobernador de California Schwarzenegger, antes austríaco, que tampoco nacieron en los Estados Unidos. Cierro la nota.
La política exterior española comenzó su caos con Rodríguez Zapatero y su actitud al paso de la bandera estadounidense. O dejando tirado al entonces vicepresidente Biden en un acuartelamiento de Madrid. Ítem más, siguiendo su estela, miembros de nuestro actual gobierno, que es el único en la UE con ministros comunistas, se han apuntado al Grupo de Puebla abiertamente complacidos con los regímenes bolivarianos y las izquierdas americanas.
Hoy más que nunca, las naciones democráticas occidentales, están haciendo lo imposible por entenderse y conseguir una política común frente al ruso que lleva años ya agrediendo con su fuerza y con sus armas. Hasta sociedades poco animadas ante estos compromisos, como la sueca o la finlandesa, enarbolan hoy sus banderas al mismo aire que el resto de los demás europeos como si se tratare de un segundo y firme paso de reafirmación continental y atlántica, porque presienten que el mal acecha y que peligra la tranquilidad del bienestar social alcanzado en nuestras democracias occidentales.
La tragedia de Ucrania, además de solidarizarnos con un país atacado sin razón, nos está permitiendo tejer una red de firmezas y confianzas más allá de vacilaciones y debates hueros, dándonos la oportunidad de saber que nos estamos jugando una forma de vivir libres por la que merece la pena apostar a ultranza y que, juntos unidos, podremos arrostrar mejor las fatales circunstancias que nos amenazan.
