OPINIÓN

Más carillas

Ya en 2023, antes de las elecciones del 23J, la OCDE nos advertía del desapego que los españoles mostrábamos a nuestros políticos

Nos están acostumbrando nuestros políticos a lo ya que nos tienen acomodando las larguísimas series televisivas que no acaban nunca y que, día tras día, ocupan las parrillas de la televisión produciendo nuevos capítulos de tramas difíciles de tragar por el estiramiento monótono de sus ... historias.

Uno estaba acostumbrado a las dos horas de cine y, de vez en cuando, a las superproducciones hasta de tres que, de cuando en vez, se proyectaban principalmente por Semana Santa en las pantallas de nuestros cines o siguieron después en la televisión con aquellas películas «de romanos». Pero, ítem más, tras las telenovelas antier de la América hispana y hoy turcas, la tele, con sus plataformas, nos va llamando a sus larguísimas producciones identificadas con lo de «temporada tal, episodio cual», que no tienen fin.

Con la política española, para nuestro infortunio, está pasando igual con ese descarado desgaste que ya existe entre políticos e individuos y que está durando demasiado, que ahonda aún más la distancia generada por esa casta peligrosa y frustrante que nos invade, la de los políticos mangantes con los que nos vemos obligados a convivir.

Un poner, antes teníamos clases que nos distinguían, sí, pero menos dañinas y, a la vista de lo que está pasando, yo diría que inocuas y hasta casi pacíficas. Nos separaban entre civiles o militares, y a éstos con los que no tenían graduación; por menores o mayores y hasta mayores 'con reparo'. O por socios y no socios. Pero es que ahora nos han inyectado otra clase, los que mangan de lo público para lo suyo.

Ya en 2023, antes de las elecciones del 23J, la OCDE nos advertía del desapego que los españoles mostrábamos a nuestros políticos. Verán, de un índice de satisfacción de los ciudadanos con sus políticos, hablaba de que, entre los suecos, sobre 10, se daba un 9,06 de aceptación; entre los noruegos un 8,67 o, entre los finlandeses, un 8,46, pero es que entonces los españoles ya mostrábamos un aprecio de tan sólo del 3,89, superando en muy poco solo a estonios, eslovacos, croatas y polacos que, miren por dónde, venían también de un pasado bastante autocrático. Y si éste era el porcentaje de aprecio por la democracia entonces entre nosotros, imagínense el que habrá ahora después del mercadeo de lo de la amnistía o lo de este Koldo.

Sánchez, en vez de esforzarse por hacer las cosas mejor, se enfrentó al PP sacando a colación al pariente de la presidenta madrileña, (caso archivado sin necesidad de persecución judicial en ningún frente), y hasta con la foto manida de Feijoo de hace yo no sé cuantísimos años en una lancha sin decir si el otro estaba entonces condenado o no. El corifeo ministerial graznó con lo de los presidentes populares de algunas autonomías, pero todos ellos ocultando, como el calamar en su tinta, a sus presidentes condenados en Andalucía y hasta a casi más de un centenar de otros altos cargos imputados tan socialistas como ellos. Como tampoco hablaron de la foto con el aizcolari Koldo García ni de la afectuosa mención que sobre el mismo dicen que Sánchez contó en su libro.

En su frenesí, ahora se rajan las vestiduras con lo del terrorismo de Puigdemont y sus defensores, en esa tinta que envuelve su loca huida hacia la nada con tal de que no se tambalee el último de los tablones que les mantiene a flote, pero en su juego oportunista callan que los jueces que ven aquellos hechos como delitos lo hacen porque se contemplan en un Código Penal aprobado en 1995 cuando gobernaba el PSOE.

Todo esto encona más lo poco que nos queda de aprecio por los políticos y más cuando algunos de ellos, de caras o carotas, presuntamente han pasado a más carillas, otra debilidad más para nuestra democracia que aumenta aún fuera más el menosprecio por esta España nuestra.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Ver comentarios