OPINIÓN

La Torre Tavira

Gracias al artilugio óptico de su cámara obscura se ha convertido en el auténtico vigía de los gaditanos

Antonio Fernández Repeto

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No cabe duda de que nuestra ciudad, desde hace algunos años, se ha puesto de moda. Este reducto, descubierto ya por los fenicios hace mas de tres mil años, parece que vuelve a resurgir y acuden a visitarnos desde todos los confines del orbe. Cádiz se ofrece a los visitantes sin tapujos, con sus virtudes, un emplazamiento bellísimo, una historia singular jalonada con momentos verdaderamente relevantes pero también con sus miserias, una industria naval en estado decadente, un alto índice de paro y con un alarmante envejecimiento de su población por la emigración de los jóvenes en busca de un futuro mejor.

A pesar de todo esto, nuestra ciudad atrae cada vez más a propios y extraños. El pasado lunes cuando asistía al concierto inaugural de Las Noches Clásicas en el patio del ECCO, uno de los componentes del grupo Anacronía se dirigió a nosotros en su presentación en los siguientes términos: «Soy natural de Barcelona, hoy ha sido mi primera visita a Cádiz y he quedado impresionado por esta ciudad que no conocía. Disfrútenla, es una ciudad preciosa».

Una de sus peculiaridades, a veces desconocida para muchos de los que nos visitan, es la existencia en las alturas de las torres vigías. En el momento histórico del comercio con las Indias proliferaron tanto que se tuvo incluso que regular su construcción. Actualmente aunque quedan muchas en pie han perdido su utilidad inicial pero son sin duda un atractivo poco conocido para muchos visitantes.

De todas ellas, pero sin duda la más relevante, es la que se erigió anexa al palacio de Recaño, la Torre Tavira. Denominada así por el primer vigía, el comandante Antonio Tavira, desde sus 45 metros sobre el nivel del mar y durante casi dos siglos, desempeño su labor como torre vigía oficial del puerto de Cádiz. Como anécdota les comentaré que siendo niño y conviviendo aún con mi abuelo paterno Joaquín, que durante muchos años fue práctico del puerto de Cádiz, todos los veranos venía desde Barcelona en barco su hermano Enrique. El viaje desde la capital catalana se prolongaba durante tres días de navegación y cuando queríamos saber si estaba próxima su arribada a puerto, mi abuelo, llamaba por teléfono al vigía que ubicado con sus catalejos en lo más alto de la Torre Tavira, nos comunicaba si se avistaba en el horizonte y calculaba el tiempo que faltaba para su atraque.

Allá por los años 60 del siglo pasado, el vigía fue sustituido lógicamente por otros medíos más modernos y la torre quedó en desuso. Hace ahora 30 años la gaditana Belén González Dorao, gracias a su gran inquietud y empeño emprendedor, propuso un novedoso uso para la Torre. Desde entonces y gracias al artilugio óptico de su cámara obscura se ha convertido en el auténtico vigía de los gaditanos. Somos miles, millones dirá yo, los que hemos podido disfrutar de esa experiencia única de ver proyectada en su pantalla oval y «en vivo» nuestra bonita ciudad. Hoy, que se cumplen tres lustros de esta magnífica iniciativa y desde estas líneas, quiero rendir tributo de reconocimiento a Belén y a su equipo que han hecho de esta torre uno de los mayores atractivos para nuestros visitantes. Larga vida a la Torre Tavira

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