OPINIÓN

La agenda de mis nietos

En estas fechas tan señaladas todo se engrandece, lo virtual se vuelve consistente y lo efímero se presenta con visos de realidad. Es el momento de actualizar agendas

No nos engañemos. Sólo existe el presente, los demás tiempos verbales son sólo recuerdos o aspiraciones infundadas. Nos engullimos entre vidas distópicas y paralelas, entre un mundo digital que aspira a ocupar cada instante de nuestra existencia, y un querer y no poder de dominar ... el futuro. El ahora o nunca se convierten en el paradigma de una generación insatisfecha consigo misma. Últimamente, que tanto se habla de sobrepeso y de obesidad, todo tiene que ver con nuestra memoria. Ancestralmente tenemos un gen ahorrador, singular entre todas las especies. Nuestro genoma es tan ahorrador que nos hemos convertido en la especie metabólica más perfecta. Hubo un tiempo en que nuestros antepasados no podían asegurar el sustento del mañana, por eso desarrollaron estrategias genéticas capaces de servir de reservorio para el mañana más próximo. Las aves del cielo, los peces del mar y la fauna de la estepa y la sabana, no se plantean una dieta calórica para el incierto mañana. Sólo la especie jerárquica, por antonomasia, puede intuir el concepto de reserva por si la escasez de sustento se avecina.

Nos planteamos si el tiempo es un concepto, una realidad, o un estado de la materia, fluida y con poca consistencia. Posiblemente tenga que ver más con el concepto filosófico de la memoria. ¿Os habéis parado a pensar en lo lento que transcurren los años cuando la inocencia es el alma mater de nuestras vidas? Perderla es sinónimo de la aceleración temporal. ¿Habéis visto que desde que se pierde la candidez de creer en SS MM, en el Ratón Pérez, en que la felicidad la tenemos garantizada desde el nacimiento, el tiempo fluye de una manera más rápida y con una consistencia más etérea?

En estas fechas tan señaladas todo se engrandece, lo virtual se vuelve consistente y lo efímero se presenta con visos de realidad. Es el momento de actualizar agendas. A unos meses vistas la cosa está complicada. Los eventos sociales y los compromisos surgen como setas. Lo nuestro nunca es decir que no. Hablo con mis nietos, y se torna difícil poder cuadrar una actividad lúdica de puros abuelos. Tan repleta tienen su programación, que nos trasladamos a un año vista. Piano, futbol y lenguaje musical. Teatro, entrenamiento e idioma alternativo. Aún no ha empezado el trimestre, todavía tienen por cumplir los deseos encargados a sus Majestades de Oriente, y se les plantea por delante una agenda cargada de actividades.

Se habla mucho de la conciliación de la vida familiar con la laboral. A los empleadores se les exige unas condiciones que permitan poder adaptar el horario laboral al familiar. Pero coordinar las obligaciones escolares con las relaciones familiares, sin descuidar ninguna de ellas, se convierte en tarea complicada. Asistimos a calendarios que imposibilitan un rato de sosiego en familia. Una tarde de pijama y de casa, de sofá y de juegos de mesa, de escuchar el silencio en un cuarto repleto de juguetes, es toda una odisea. Todo es el frenesí del no parar. Hay estudios que demuestran de forma fehaciente la relación directa entre una conciliación familiar, laboral y educativa con un mayor rendimiento escolar. No existe mejor educación, no se aprecia mejor enseñanza que la que podemos vivir junto a nuestros seres queridos, en paz y tranquilidad, y sobre todo sin agenda, con la improvisación controlada por bandera.

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