La súper «fake»

Parece que al final el infierno continuará existiendo

Luis Ventoso

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Las mejores mentes se han ocupado del infierno, desde San Agustín, quien advertía que no existe padecimiento comparable, a Dante y Milton, que en sus cimas líricas imaginaron sus tinieblas. Para la Iglesia el asunto está zanjado: el infierno es el tormento eterno que sufren los que mueren sin arrepentirse de sus pecados mortales. Su existencia es dogma de fe desde el IV Concilio de Letrán, en 1215 . Otros sostienen que para arribar a la médula del mal no hace falta navegar tanto. «El infierno está vacío. Todos los demonios están aquí», afirmó Shakespeare, en frase que luego pulió Oscar Wilde : «Cada uno somos nuestro demonio». El taimado Sartre refriteó a ambos en su celebérrima cita «el infierno son los otros».

También cabe relajarse con versiones más livianas del averno. Woody Allen sitúa como merecedor del fuego eterno al inventor de los muebles de metacrilato, pecado ciertamente imperdonable. Mark Twain reconocía que le costaba elegir cielo o infierno, «porque tengo buenos amigos en ambos». Ernst Lubitsch, el rey de la comedia, convierte a satanás en una suerte de ascensorista de un resort de lujo en su deliciosa película « El diablo dijo no ». Sobre el averno han corrido ríos de tinta, pero aún así, muchos católicos se quedaron atónitos al leer en algunos periódicos que el Papa negaba su existencia. Al final se quedó en la «fake new» del año. La fuente era el periodista italiano Eugenio Scalfari , un gigante en sus días de brío, fundador y director del diario «La Repubblica», pero cuya fiabilidad tropieza con dos peros: peina 93 abriles y tiene a gala que no graba sus entrevistas ni toma notas. Según su versión, preguntó a Francisco qué pasaba con las almas de los que no se arrepienten y el Papa le respondió que no hay infierno, que «simplemente desaparecen». La entrevista se publicó el miércoles. Ante el revuelo, el Jueves Santo el Vaticano tuvo que desmentirlo todo, matizando que no se trataba de una entrevista formal, sino de una reconstrucción sin palabras literales.

A Bergoglio , de 81 años, le gusta platicar de política y religión con el inteligente Scalfari , a quien ha recibido cinco veces. El italiano, fascista en su juventud y luego político radical de centro izquierda , es ateo. En 2014, ya reconstruyó una «entrevista» con un titular pintón: según él, Francisco aseguraba que el 2% de los clérigos eran pederastas. Aún así, el Papa lo ha seguido cultivando. Hace siete días lo recibió en Casa Santa Marta y Scalfari salió con la exclusiva del milenio: ¡arrivederci inferno! Francisco, que tiene cosas muy buenas, hace gala también de cierto sentido del espectáculo: le gusta descollar con su originalidad. Es el primer Papa que concede entrevistas de forma regular y el más politizado de los recientes. Su cromatismo coloquial de párroco intrépido dota a la Iglesia de efecto sorpresa e inédita amenidad. Pero algunos se preguntan si a ciertas instituciones no les caerá mejor la certidumbre y el sosiego que el sobresalto.

El ser humano siempre es dueño absoluto de lo que calla. Sobre todo si estás de palique con Scalfari y su memoria prodigiosa.

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