Luis Ventoso

El mundo de los niños

Luis Ventoso
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Al margen de su categoría política, acreditada con el resultado más famélico de su partido, al candidato Sánchez le ha ido asomando una pasta humana no muy grata (por evitar epítetos). Siendo en realidad una marioneta al albur del inteligente leninista Pablito, que lo brea en neuronas y lecturas, el gran Sánchez se siente ya presidente y nos empalaga con raptos de arrogancia.

El presidente Sánchez levita ante las cámaras, portando bajo su egregio sobaco la biblia de la prensa económica inglesa, el «Financial Times», y cuidándose de que se le vea. No cabe duda de que se trata de un excelente diario, símbolo del periodismo de calidad: amplia redacción, muy especializada y con tiempo para trabajar a fondo sus informaciones.

Tampoco se puede negar que «FT» –y su primo «The Economist»– causaron un daño culposo a una España doliente, marrando de manera espectacular en todas sus predicciones, como acaba de recordar la solvente sección de Economía de ABC. Una y otra vez, se regodearon en pregonar un apocalipsis irreversible, que luego no fue tal (en parte, por cierto, gracias a la templanza del luciferino Mariano, ese que pese a haber ganado las elecciones de largo debe ser excomulgado y arrumbado en el averno para iniciar una Segunda Transición infantil y juvenil; y separatista).

Sánchez se pasea con su «Financial Times». Pero no parece que lea ni los pies de foto

Como Sánchez es economista y no suelta su «FT» ni rumbo al mingitorio, lo suponemos informado del problemilla en curso. En la crisis financiera del 2008 lo que había era una burbuja de deuda, que se ha resuelto con más deuda. La solución al problema creado por el crédito barato ha sido un crédito todavía más barato. La deuda global de los mercados ha aumentado casi un tercio desde 2007, de la que la mitad está en los países emergentes. China ha frenado por sobrecapacidad y se teme un petardazo de Turquía o Brasil, o ambos. El petróleo ha caído un 70% desde junio de 2014 y las materias primas, un 45%. Ese tobogán hace papilla a muchos países productores, entre otros la rozagante Rusia de Putin, cuyas barrabasadas nacionalistas son el maquillaje de sus penurias contables. A mayores, la banca vuelve a sufrir, incluida la principal entidad alemana, porque está pagando el reverso oscuro del tratamiento de choque de los bancos centrales: es muy difícil ganar dinero en el negocio bancario bajo intereses negativos. En España, acabamos de saber que la deuda pública supone ya del 99% del PIB (es decir, debemos el equivalente a todo lo que producimos en un año). Nos hemos empufado hasta las orejas para pagar los destrozos de la crisis –y los de Zapatero– y toca abonar la factura. Resumen: la economía intimida.

Pero hete aquí que con un panorama tan lúgubre, el camarada Pablo va y le presenta a Sánchez un programa económico friki y con orden de firmar debajo. Un fiestón del despilfarro (96.000 millones más de gasto público en tres años), con medidas que mutilarían el repuntar del PIB: más cera fiscal a las empresas, lo cual las empujaría a irse con la música a otra parte provocando más paro; y más brasa impositiva a las clases medias, contrayendo así el consumo y creando… oh, sorpresa: ¡más paro!

¿Y qué ha dicho el tenaz lector del «FT» ante esa quimera populista? Nada. Silencio ante un trágala que devolvería a España a la quiebra en menos de un año. El presidente Sánchez enmudece en las cuestiones de política real y se centra en lo único que le importa, el chalaneo entre bambalinas en pro de su inmenso ego: Don Pablo, por favor, llámame, hombre… Del «FT», mucho me temo que no se lee ni los pies de foto. O eso, o está dispuesto a crucificar a su país para evitar volver en breve a lo que jamás debió dejar de ser: un correcto diputado raso.

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