Editorial ABC

La exasperante parálisis de Sánchez

El diálogo y la moderación pertenecen a una fase posterior a la recuperación del orden público. Ahora mismo, ambas palabras sólo significan desistimiento frente al nacionalismo violento

ABC

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, volvió a insistir desde Bruselas en el mensaje de la moderación y la proporcionalidad para hacer frente, según su voluntarista juicio, a la violencia insurreccional que se ha apropiado de las calles de Barcelona. Sánchez se aferra a esta actitud confiando en que pase algo que le dé la razón, porque sus decisiones están siendo meramente contemplativas de una violencia que es inaceptable en un Estado democrático europeo. Lo que es evidente a estas alturas es que su mantra de la prudencia encubre su desbordamiento por la situación. Barcelona es la síntesis de una pérdida de control de las calles por el Gobierno central, que tiene a la contra no sólo la guerrilla urbana de los CDR, sino también al propio ejecutivo autonómico presidido por Quim Torra.

Las promesas de que no habrá impunidad, hechas a dúo por Sánchez y su ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, son la prosa fatua que pone la acción del Estado postrada ante la toma inevitable de Barcelona por los violentos y emplaza a los ciudadanos a confiar en una futura intervención judicial. Otra vez, solo los jueces. La violencia desatada ayer por los independentistas alrededor de la Jefatura Provincial de Policía demuestra también que los grupos violentos están organizados y saben cómo enfrentarse a los cuerpos policiales. Es hora de que esta violencia sea tratada ya como terrorismo urbano, con las consecuencias previstas en el Código Penal y en la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Pero, incluso, para que los jueces actúen es necesaria una presencia policial mucho más amplia que la desplegada por el Ministerio del Interior hasta el momento, porque sin ella no habrá detenidos, ni pruebas contra los agresores.

El diálogo y la moderación pertenecen a una fase posterior a la recuperación del orden público. Ahora mismo, ambas palabras sólo significan desistimiento frente al nacionalismo violento y al colaboracionismo de las autoridades autonómicas. Tras cuatro jornadas de violencia desatada, ni Sánchez ni Grande-Marlaska pueden presentar un balance positivo de su estrategia en Cataluña. Por el contrario, la persistencia de la guerrilla urbana evidencia que tanto su discurso político apaciguador, como las decisiones operativas policiales no han dado resultado alguno. La parálisis de Sánchez es una lacra para la defensa del Estado en otro momento crítico del conflicto separatista en Cataluña. La jornada de ayer fue el retrato de la doble moral del nacionalismo, que quiere blanquear su complicidad con los violentos a costa de imágenes familiares y lúdicas de esas «marchas por la libertad», exultantes de propaganda pacifista mientras el trabajo sucio se lo hacían los CDR destrozando la Via Laietana.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación