El batallón de los perplejos

A dieta de sapos y culebras

Iglesias, en contra de las donaciones para curar el cáncer; Batet y Cruz, cuidando a los golpistas. No es fácil la vida en la España sanchista

Álvaro Martínez

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La que hoy se vuelve a cerrar en las urnas fue una semana ciertamente fantástica para este batallón de asombros, al que le tocaron el gordo y la aproximación a la sorpresa del año, sorpresa relativa pues sus autores tienen un currículum tan éticamente menesteroso que siempre les vale para darse un garbeo en lo que cualquier persona sensata considera un inconcebible barrizal. Lo inquietante es que los protagonistas pertenecen a los partidos que presuntamente van a gobernar España de aquí a cuatro años (o hasta que les dejen sus socios «indepes»), con lo que esto puede que sea un aperitivo del indigesto banquete de sapos y culebras que nos va a recetar a los españoles el doctor Sánchez desde La Moncloa.

El gordo lo trajo Iglesias con su cruzada, tan inverosímil y humanamente zarrapastrosa, contra las donaciones a la Sanidad pública de alta tecnología que ayudan a salvar vidas, una excusa como otra cualquiera para emprenderla contra Amancio Ortega. El que da por hecho que va a ser ministro en unas semanas, cree que «un Estado decente no acepta limosnas de multimillonarios». Otra cosa debe ser si el proceso es al revés, que en el bolsillo del líder podemita y de otros de sus conmilitones han caído dinerales del chavismo y de los ayatolas, que, dónde va a parar, al vecino de Galapagar le debe resultar un dinero mucho más limpio y decente que el ganado por Amancio Ortega vendiendo ropa.

Qué clase de alberca de odio no anegará la cabeza de los populistas como para enfrentarse a la comunidad sanitaria, a los enfermos de cáncer y sus familias y sobre todo al pensamiento humanista, cabal y sensato de quienes son partidarios de que los enfermos se curen. Cómo no será su saña revanchista contra «el capital» para preferir que la gente sufra o muera antes de aceptar la donación de la fundación de un señor con dinero. Dios quiera que en la pedrea del pacto de Gobierno con el PSOE a Podemos no le caiga al Ministerio de Sanidad.

Premio importante en este sorteo de sorpresas nos trajeron también Meritxell Batet y Manuel Cruz, la pareja de socialistas catalanes que Sánchez ha colocado en las presidencias de las Cortes para ir haciendo la pelota a Junqueras, «no te preocupes, Oriol», y que ERC se abstenga en la segunda votación en el Congreso para facilitar su investidura con mayoría simple. El ridículo de Batet con la suspensión de los diputados golpistas ha alcanzado cotas difícilmente imaginables ni en un bachiller, resistiéndose a aplicar el reglamento e intentando colgarle el «muerto» al juez Marchena, quien como estamos en San Isidro le ha devuelto el morlaco, ya embolado en fuego, con una rumbosa larga cambiada. Batet se resistía a la suspensión y solo le faltó preguntarle a Marchena las normas del parchís con el que entretienen el tiempo los políticos golpistas en prisión, si es verdad que hace falta un cinco para sacar ficha o si al comerle un Jordi la ficha a Turull, su compañero Rull, que lleva las amarillas, se puede contar veinte. Hasta que no se aclarase esto, Batet no se arrancaba con la suspensión.

Iglesias, a tortas con los enfermos de cáncer; Batet y Cruz, cuidando de los golpistas: triste metáfora de la España de Sánchez.

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