Rosa Belmonte

Cocodrilos

Rosa Belmonte
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Se habla de los papeles de Panamá como si se hubiera encontrado una red de pederastas, asesinos y chupadores de sangre. En todo caso, defraudadores. Cuando lo sean. Asistimos a la búsqueda de un tesoro. A la negrita que saque los colores. «Uno creería que usted espera encontrar en ellos la respuesta al enigma del universo», dice un personaje secundario en «Los papeles de Aspern», de Henry James. De momento, en los de Panamá no hay muchas respuestas, sólo entretenimiento. Aunque bastante nos importa lo que Jackie Chan haga con su dinero. Pero sí los españoles. Los defraudados habríamos sido nosotros si un Pujol no hubiera estado en la fiesta.

El tratamiento de esta información, la mezcla entre lo ilegal, lo ilícito y lo feo, la sombra de la duda, es a veces como uno de esos titulares locos del «Daily Mail».

El lunes se superó: «España anuncia planes para suprimir sus famosas tres horas de siesta en un intento para llevar a sus trabajadores al siglo XXI e incrementar la productividad». Más o menos. Esa es su interpretación de lo que Rajoy dijo en Sevilla. El compromiso de acabar la jornada laboral a las seis de la tarde. El «Mail» informa a sus lectores de que los trabajadores en España empiezan a trabajar a las nueve y están en la oficina hasta las ocho, con siestaza tras el almuerzo. Pero, vaya, no es a ese rigor en la prensa al que se refieren los gaditanos. Los de Podemos en Cádiz han lanzado el hashtag #RigorEnPrensa (y ejemplos de lo que no les gusta) porque están «hartos de que la prensa local secuestre el derecho a la información». Los kichis avisando a la prensa crítica. Les falta poner carteles de tú sí, tú no, como en esa presentación de un libro que Llucia Ramis contó de manera descacharrante en «La Vanguardia» hace dos sábados: «En una lista de personas no gratas, aparecen entre otros Carles Puigdemont, Sauron, gente con abono al Primavera Sound, poseedores de una Nespresso, clientes de Veritas y Pilar Rahola». La prensa gaditana va a tener que ser Lola la Piconera y cantarle a los kichis, como Juanita Reina a los franceses, que con las bombas que tiran los fanfarrones se hacen las gaditanas tirabuzones. Y eso por la información local. De los escandalosos papeles de Venezuela ni hablamos.

Tras el primer ministro islandés, Almodóvar ha dimitido de tener que aguantar preguntas sobre Panamá

Por los de Panamá ha dimitido el primer ministro islandés y Pedro Almodóvar (ha dimitido de tener que aguantar preguntas en la promoción de «Julieta»). Pero lo del islandés, más allá de la ejemplaridad nórdica, es para nota. Aparte de las protestas en el país, su mujer, Anna Sigurlaug Palsdottir (ponte nombre si eso), es propietaria de una offshore en las Islas Vírgenes. Una firma que es acreedora de la deudas de los bancos quebrados en 2008 que llevaron al país a la crisis. Eso está más feo que pisar la gafas a Mónica Oltra.

Recuerdo de Panamá el canal, el calor y el olor dulzón de los cocodrilos. Como los que describió Hernando Colón en «Historia del almirante» («Esparcen un olor tan suave que parece del mejor amizcle del mundo»). En Portobelo murió el corsario Francis Drake. En vida se describían sus hazañas en pasquines. Lo imaginaban «chamuscándole la barba al rey de España». Isabel I había salido a recibir en Plymouth a Drake cuando su patrocinado regresó en 1581. Volvía con tesoros suficientes a costa de españoles y portugueses. «¿Por qué le habéis hecho esto a mi querido hermano el rey de España», le decía señalándole con el dedo índice para satisfacer a los embajadores ibéricos. Luego lo nombró caballero y reclamó su parte del botín.

A los piratas les sigue gustando Panamá.

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