Gabriel Albiac

Cinco muertos de octubre

Así, los 200.000 masacrados en la Vendée, a partir de 1793. Así, los veinte millones de exterminados, entre 1917 y 1945

Gabriel Albiac
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Cinco muertos en octubre de 1917. Dice el concejal Sánchez Mato. ¿Son, de verdad, cinco? Había que ser Georges Brassens para atreverse. En el mismo álbum en el cual Fernande se descacharraba de la llama de los caídos, el viejo anarquista -todavía maldigo la gripe que me impidió ir a verlo- entonaba su himno al escepticismo: «Morir por las ideas, una idea excelente: / a punto estuve de morir yo por no haberla tenido. / Pues cuantos la tenían, multitud aplastante, / al grito de “¡matadlo!”, me cayeron encima».

«Cinco» son las víctimas de la revolución soviética para Sánchez Mato. Nadería. En una Europa que mató a millones. «En lo que es la Revolución Rusa, murieron cinco personas». Dixit.

La imagen del trasatlántico que bandea con el casco perforado le daba a Paul Valéry la verdad europea tras la Gran Guerra.

Freud vio el continente, entonces, como un infinito campo de cruces mortuorias. ¿Qué cuentan, frente a eso, los «cinco muertos» de Mato? Nada. Una nada tan bella como la de la «más hermosa revolución de la historia». Un cegador destello de ignorancia.

El concejal toma su «dato» de un tópico, no del todo falso: el que cifra las bajas de la noche insurreccional en San Petersburgo. Puede que fuera alguna más, si damos fe a un historiador tan poco antisoviético como Hobsbawn. Pero dejémoslo como indicativo. Lo hilarante es que alguien que haya leído a Marx confunda una jornada insurreccional con una revolución. Infantilismo militante.

La jornada insurreccional de 1789 dejó media docena de muertos en una Bastilla vacía y arrumbada. Lo narra Chateaubriand en un memorable capítulo de ese prodigio literario que son las Memorias de ultratumba. La noche insurreccional de San Petersburgo, que pinta con talento Trotsky, dejó un par de decenas. Algunos sucumbieron a los colapsos etílicos que el austero Lev Davídovich no logró evitar, tras el asalto a la bodega de los zares. Cierto. Pero ni el 14 de julio de 1789 fue la Revolución Francesa ni el 7 de noviembre de 1917 la rusa. Las fechas inaugurales dan el símbolo: Bastilla o Palacio de Invierno. La revolución -la matanza universal- viene luego. Así, los 200.000 masacrados en la Vendée, a partir de 1793. Así, los veinte millones de exterminados, entre 1917 y 1945, que recuenta Conquest y Amis narra. Pero eso no afecta a la belleza del concejal. Son piltrafa reaccionaria: basurero.

Vuelvo a Brassens. Y a mi maldita gripe de diciembre del 72. Tenía yo mi entrada para verlo en Bobino. No pudo ser. Pongo este el disco. «Si hay una cosa amarga, desoladora, / al rendir el alma a Dios, es la de constatar / que uno erró el camino, que se equivocó de idea. / Muramos por las ideas, de acuerdo. Pero de muerte lenta. / De acuerdo, pero de muerte lenta».

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