Editorial ABC

El turismo, nuestra reserva económica

Seis ministros necesitó Sánchez para presentar en sociedad un plan de recuperación de la industria turística cuyo armazón publicitario es proporcional a su ausencia de contenido

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Las palabras pronunciadas el pasado martes por el presidente de Iberia -«sin aviones no hay turismo, y sin turismo peligra nuestro país»- dan cuenta de la profundidad de la herida que el cierre de fronteras y la inmovilidad interior han causado no solo a las líneas aéreas, grandes perjudicadas por la crisis del Covid-19, sino al resto del sector del turismo. Una guarnición de seis ministros, lo que representa una cuarta parte de su gabinete, necesitó ayer Pedro Sánchez para presentar en sociedad y poner en escena un plan integral de recuperación de esta industria cuyo armazón publicitario es proporcional a su ausencia de contenido y escasa dotación presupuestaria. De poco han servido las recomendaciones realizadas en la cumbre sectorial organizada el martes por la CEOE, cuya patronal turística, con el agua al cuello y con millones de puestos de trabajo en el aire, exigió una serie de medidas concretas que el Ejecutivo ha preferido ignorar para poner en marcha mecanismos, como el Observatorio de Inteligencia Turística, que resultan tan accesorios como cualquier otro chiringuito administrativo, aún más en una coyuntura económica como la actual. Basta apuntar que más de la mitad de los 4.252 millones de euros que conforman el plan de choque anunciado ayer son préstamos previamente publicitados por el Gobierno.

Han sido las líneas crediticias concedidas por el ICO y la extensión de los ERTE las dos herramientas que han permitido al sector del turismo y la hostelería sobrevivir desde el pasado marzo. Quedan, sin embargo, cinco meses decisivos hasta fin de año y para el cierre de un ejercicio que, pese al espejismo de la llegada de los primeros turistas alemanes, se puede saldar con un desastre. El aumento de la deuda pública, que el pasado abril volvió a tocar un nuevo techo histórico -1.234.694 millones de euros, un 99,9 por ciento del PIB- no puede ser la excusa para dejar de gastar de forma selectiva y con criterios de productividad, con más motivo si se trata de evitar la quiebra de un sector industrial del que dependen tantos empleos y tanta riqueza nacional. El turismo ha sido y es nuestro gran escudo social, y dedicar fondos públicos al mantenimiento de su infraestructura comercial no es mala inversión a medio plazo. Reducir el IVA, como hizo Alemania hace ya varias semanas con su hostelería, o estimular con bonos el consumo interior, fórmula lanzada por el Gobierno italiano y que vendría a ser la adaptación al turismo del «plan renove» de la industria del automóvil, quedan fuera de un programa que no se caracteriza precisamente por la generosidad. El turismo español, el más competitivo y desarrollado del mundo, aunque le pese al ministro Garzón, no necesita «observatorios de inteligencia», sino aliento para seguir siendo nuestra gran reserva económica.

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