Editorial ABC

Agenda económica para el día después

Los gobiernos tienen que hacer un esfuerzo para que la recuperación de la actividad productiva se produzca al mismo tiempo que se levanten las primeras restricciones

ABC

Todas las energías públicas y privadas del mundo están puestas en la contención y superación de la pandemia del Covid-19. En apenas unas semanas, todos los gobiernos, sin distinción de régimen político, hemisferio o nivel de desarrollo, han tenido que movilizar recursos de todo tipo con la intensidad propia de una guerra súbita, aunque no totalmente imprevisible. La prioridad no puede ser otra que la protección sanitaria de los ciudadanos y la adquisición de los medios materiales que necesiten los sanitarios, personal de protección civil, fuerzas policiales y armadas para el cumplimiento de sus responsabilidades. Hasta los gobiernos inicialmente más escépticos con esta opción, como el de Boris Johnson, han acabado aceptándola.

La segunda agenda de esta crisis es la económica y su importancia obliga a todos los gobiernos a un esfuerzo de desdoblamiento en sus decisiones -sanitarias y económicas- para que la recuperación de la actividad productiva se produzca al mismo tiempo que se levanten las primeras restricciones. La conservación de un suelo de actividad económica y de empleo debe ser el objetivo concertado de las economías de Europa, como han reclamado las principales empresas industriales, agrupadas en torno a la Mesa Europea de Industriales. Son compañías que mantienen cinco millones de empleos, con ventas superiores a dos billones de euros anuales y con una inversión anual en investigación y desarrollo por valor de sesenta mil millones de euros. Saben, por tanto, de lo que hablan cuando reclaman una acción concertada de los gobiernos estatales y de la Unión Europea para reducir en lo posible las incertidumbres del día después al Covid-19.

Esta pandemia ha abierto una de esas etapas de la historia en la que ni los gobiernos, ni los ciudadanos, tienen opción para elegir su adversidad, pero sí para decidir cómo la superan. La interacción público-privada debe abrirse paso para mejorar las respuestas a las que ningún Estado puede llegar por sí solo ante compromisos que desbordan sus capacidades incluso extraordinarias. En España se está comprobando el beneficio que reporta al interés general la cooperación entre el sector público y el sector privado, desde el liderazgo político que corresponde al Gobierno de la nación. Pero que nadie vuelva a negar a las empresas su compromiso con el interés general después de los ejemplos de solidaridad activa de algunos de sus mejores dirigentes.

Toda crisis, se dice con frecuencia, es una oportunidad para mejorar. Esta pandemia no debe ser una excepción. Tanto sufrimiento, tanto dolor, tanta muerte, pero también tanta generosidad y entrega, deben traducirse en una agenda de nuevas ambiciones y de nuevos proyectos para España.

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