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Idus del quince

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Los idus fueron para el mundo romano días de buenos presagios. Coincidían con los 13 de cada mes, excepto marzo, mayo, julio y octubre que se correspondían con el 15. Marzo era, además, considerado como el primer mes del año y el más importante. Así, tras una semana de celebraciones, el 22 tenía lugar la conmemoración de la muerte de Atis y, después de tres jornadas de pesar y duelo, el 25 se festejaba con gran júbilo su renacimiento. El asesinato de Julio César, en el 44 a.C., vino a incrementar el significado de la fecha determinando un punto de inflexión, de transición entre un periodo y otro en la historia de la Antigua Roma. El pasado y el futuro.

El antes y el después.

Mientras escribo, en el Parlamento andaluz se suceden las intervenciones de los portavoces de los grupos políticos, de estreno todos menos uno, que obtuvieron representación en las elecciones del pasado 22 de marzo. A nadie se le escapa que conseguir los acuerdos que faciliten su investidura y poder arrancar el nuevo periodo legislativo no está resultando precisamente un paseo para la candidata expresidenta que va a tener que esperar a mañana para volver a intentarlo. Algunos, a pesar de que en la parroquia socialista las campanas tocasen a gloria el día después, aventuramos que un tiempo nuevo se vislumbraba porque otras voces y visiones iban a configurar un panorama diferente al que hasta entonces habíamos contemplado. Un escenario más rico por diverso y colorido, pero donde nadie estaba en condiciones de gobernar en solitario. Parece que así está resultando y continúo creyendo que para todos es bueno que así ocurra.

El perverso rodillo deberá dejarse arrumbado, ojalá que para siempre, en el trastero de los comportamientos democráticos tóxicos e insalubres. Toca ahora reformular conceptos y replantear procederes. Dejar de entender como estabilidad la situación que impide que las decisiones tomadas por unos puedan ser contestadas o condicionadas por los otros y apostar por el debate y la búsqueda permanente de puntos de encuentro que favorezcan el entendimiento e impidan las confrontaciones estériles. Con seguridad que resultará más agotador y menos cómodo, pero sin duda más útil para una ciudadanía que ha apostado porque así se haga. Esa es su voluntad y respetarla la primera de las obligaciones de quienes son sus representantes. En ello además les va el sueldo. Una ciudadanía que desea volver a recuperar la confianza y la cercanía perdidas; la seguridad de sentirse dignamente representados y la alegría de ser parte viva y determinante en la búsqueda de soluciones a los muchos y básicos problemas que le aplastan. Que quiere sentirse considerada, valorada y proactiva frente a las realidades en las que cotidianamente se mueve.

Cada día tiene su afán, gustaba repetir a Alfonso Perales cuando predecir desenlaces futuros se planteaba ya como tarea imposible o al menos aventurada. Tender a garantizar la estabilidad al tiempo de evitar imprevistos y sobresaltos y aún a costa de imponer criterios propios ha resultado ser pan de hoy y hambre para mañana. Parece que la ventura nos va a permitir que las cosas comiencen a funcionar con otro estilo en los próximos años. El empeño y la dedicación del día a día va a resultar ser la única manera posible de ir haciendo realidad el mañana deseado. Podría ser este el lema o marca para un tiempo renovado que ya ha echado a andar.

El 15 está siendo, seguirá siendo, año de cambios y barrunto de buenas nuevas para una democracia que se desangra por la altivez e intransigencia de quienes solo la usan para apoltronarse y se debilita ante el sufrimiento de las múltiples víctimas que sus desmanes han arrojado y continúan arrojando cada día a las cunetas de la pobreza y la exclusión. Tras los idus de marzo, esta noche se pone el rumbo hacia los de mayo y ojo, que octubre también cuenta entre los meses especialmente bendecidos por la fortuna.

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