Paseando con Brigitte Bardot en un VéloSolex

Hay estampas inequívocamente francesas como los Castillos del Loira, la Torre Eiffel ….o «BB» en un ciclomotor único

Brigitte Bardot en VéloSolex, una imagen icono

Santiago de Garnica Cortezo

Hay que reconocer que muy pocas cosas fueron igual después de «Y Dios creó a la mujer» (1957). No era la primera película de «BB» pero si la que le lanzaría a la fama, bajo la dirección de Roger Vadim, primer marido de la estrella y verdadero Pigmalión de la misma. Y la convertirá en la actriz mejor pagada del cine francés, en un mito erótico y sensual, en toda una estrella que llegó a rodar con los grandes directores de la época como Godard, pero también en un modelo social de los años sesenta al que buscaban imitar muchas de las jóvenes no solo francesas sino de todo el mundo.

Y su imagen se convirtió en la imagen de Francia: por deseo del general De Gaulle, Brigitte Bardot fue la primera figura del cine francés en encarnar a Marianne, símbolo alegórico de la República Francesa que preside las instituciones y los edificios oficiales de Francia al mismo nivel de los colores de la bandera y la triple divisa «Liberté, Égalité y Fraternité». Todo un símbolo, toda una imagen utilizada incluso por constructores de automóvil como Renault, firma con la que la estrella colaboraría en el lanzamiento de los Florida y Caravelle. Pero si hay una imagen cien por cien francesa es la Bardot (como gusta decir a los franceses) sobre algo tan simple y sencillo como el VéloSolex. Una imagen que forma parte de su vida real y también de la cinematográfica: en su primera película, «Le trou normand» (Jean Boyer, 1952) ya parece sobre este vehículo de dos ruedas a medio camino entre una bicicleta y una moto, y con su propia historia que contar.

La herramienta necesaria

En 1946 Francia acaba de salir de la II Guerra Mundial. Allí por donde se mire se ven las huellas de la destrucción que ha supuesto el conflicto, la ocupación. La gasolina está racionada y, como en el resto de Europa, el parque de vehículos a motor muestra las huellas del tiempo y de la lucha. Hay automovilistas que sueñan en las primeras novedades tras el conflicto, como son el Citroën 2 CV o el Renault 4/4. Pero para una inmensa mayoría eso es, exactamente, un sueño difícil de alcanzar por las difíciles condiciones económicas.

Así que sus necesidades de movilidad requieren respuestas sencillas e inmediatas. La solución pasa por el ciclomotor, categoría creada, hablamos del país vecino, en el año 1943 (en plena ocupación alemana), que designa un vehículo de dos ruedas con motor de cilindrada inferior a 50 cc y que ha de ir equipado con pedales que le permitan desplazarse por la simple acción de su conductor.

Solex, firma gala creada por Maurice Goudard y Marcel Menesson, que se había hecho famosa por la fabricación de carburadores, lanza en este contexto un ciclomotor muy básico. Inicialmente se trataba en realidad de una bicicleta con un cuadro cuello de cisne, lo que se conocía popularmente como «bicicleta de chica» o de «barra baja» , que facilitaba su uso con falda. En la parte delantera se había situado un motor de dos tiempos que trasmitía su fuerza mediante un rodillo que se apoyaba en la rueda delantera.

Más de tres décadas

El concepto perdurará, con algunas mejoras mínimas para no dejarse ganar por la competencia. Por ejemplo se adopta un embrague centrífugo en otoño de 1959 (modelo 1700); cuadro estampado y freno trasero de tambor (hasta entonces eran zapatas tanto delante como detrás) en 1963 (modelo 3300 con nuevo cuadro); y motor más potente (0,8 CV en lugar de 0,4 a 0,5 CV) en el más célebre entre ellos, el 3800 que se fabricó en la planta de Courbevoie (cerca de París) desde 1966 y con motor de 49 cc. En esta configuración se mantendrá hasta nada menos que el año 1988 en que cesa su fabricación. Pero se continuará produciendo durante casi dos década en Hungría por parte de Impex , que recompró la maquinaria a Yamaha que a su vez la había adquirido a Solex cuando esta firma cerró. No se debe hablar de réplica sino de una continuación de la producción pues tanto por diseño como por el utillaje empleado en su producción seguía siendo el original VéloSolex.

Impex cesará la producción su en 2002 por un tema financiero. Y el mítico modelo de dos ruedas retornará a Francia en el año 2005 gracias a un grupo industrial llamado CIBLE, que recompra las marcas registradas Solex y VéloSolex, y anuncia una asociación con el diseñador italiano Pininfarina para fabricar un nuevo E-Solex eléctrico, en honor a su hermano mayor en diseño.

Para el trabajo y la diversión, el VéloSolex se anunciaba como la bicicleta que rodaba sola

También en España

Durante su producción en Francia, también se fabrica bajo licencia en otros países como Reino Unido, Alemania, Estados Unidos , Japón o España. A nuestro país el VéloSolex llega a partir del año 1957 de la mano de Orbea y Cía, que buscaba una salida a las dificultades económicas que suponía la caída de ventas de las bicicletas. En 1956 esta firma radicada en Eibar había iniciado contactos con Solex para obtener la licencia de fabricación y un año después salen las primeras unidades del modelo 1100. También se harán los 1700 y 3800, cesando la producción en 1968. Fue una operación rentable para Orbea que vendió muchas unidades, bastantes de ellas a Correos.

Seducir a las estrellas

«La Bicyclette qui roule toute seule» (La bicicleta que rueda sola) se hará muy popular por su economía de compra y mantenimiento tanto en la ciudad como en zonas rurales, entre trabajadores, estudiantes, curas, monjas….., más de ocho millones de unidades fabricadas lo refrendan. E incluso algo especial le llevo a seducir a grandes estrellas de la canción y del cine que se enamoraron de aquella bicicleta de aspecto prehistórico con un motor auxiliar: ahí están imágenes imborrables de Brigitte Bardot por las calles de Saint Tropez, de Sylvie Vartan o Charles Aznavour. Incluso de un Steve McQueen habitualmente al volante de potentes coches de calle o en pistas de carreras, conduciendo «esta cosa» que apenas alcanzaba los 35 km/h, por la pista del circuito de La Sarthe durante el rodaje de «Le Mans».

Steve McQueen

Y su fuerza simbólica le lleva a tener su propio papel en la gran pantalla. En «Mon Oncle» (1958) el protagonista Monsieur Hulot utiliza un VéloSolex, al igual que Robert Reford en su personaje de Joe Turner, (un profesor e intelectual que realiza análisis para la CIA) en «Los tres días del cóndor» (Sydney Pollack, 1975). También tiene su papel en French Connection II (John Frankheimer, 1974). O una de las escenas antológicas de «Las vacaciones de Mr. Bean» (Steve Bendelack, 2007) donde Rowan Atkinson toma «prestado» un VéloSolex en su ansiado viaje a Cannes. Tampoco faltaría un Louis de Funes en VéloSolex en la saga de películas de «El Gendarme». En realidad la lista de películas francesas en las que tiene una clara presencia el VéloSolex es muy larga: «Rififi» (Du Riffi chez les Hommes, Jules Dassin , 1955); «Los tramposos» (Les Tricheurs, Marcel Carné, 1958); «Doble vida» (A doublé tour, Claude Chabrol, 1959); «Zazie en el metro» (Zazie dans le metro, Louis Malle, 1959); «A rienda suelta» (La bride sur le cou, Alain Resnais, 1960); «Al filo de la escapada» (A bout du soufle, Jean Luc Godard, 1960); «El fuego fatuo» (Le feu follet, Louis Malle, 1963); «La piel suave» (La peau douce, François Truffaut , 1964); «Play Time» (Jacques Tati, 1967); «Crónica negra» (Un flic, Jean Pierre Melville, 1972); «La noche americana» (La nuit americain, François Truffaut, 1973)…..

Inútil negar que este simple vehículo es parte del patrimonio cultural francés.

La conducción

Conducir un VeloSolex tiene su encanto. Lo primero es, con una palanca situada sobre el motor, mover este para que se apoye sobre la rueda delantera y trasmita su fuerza. Pero el motor duerme. Pedaleamos con esfuerzo y empieza a salir algo de humo por un escape (con forma de queso camembert, por supuesto. Es el primer signo de que el motor arranca con su característico petardeo de pequeño dos tiempos. Para acelerar conviene animarle con algunas pedaladas más de ayuda para alcanzar la «velocidad de crucero». Hay que tener un cierto cuidado en las curvas y en las frenadas, pero por lo demás es una forma divertida de rodar por el recuerdo y que trasmite una imagen muy chic, muy francesa. Por ello no se extrañen si en alguna de las zonas más elegantes de París de pronto ven surgir a alguna joven con su melena sujeta al estilo cola de caballo saliendo bajo el casco, rodando en un VéloSolex.

El escritor Jean Cocteau dijo de Brigitte Bardot que «posee algo desconocido que atrae a los idólatras en un tiempo sin dioses». Como «BB», el VéloSolex, un vehículo sencillo hasta el extremo, posee ese «algo desconocido» capaz de seducir ayer, hoy y siempre.

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