Eléctricos y de vapor, dos caza-récords que hicieron historia

Resulta curioso que los dos primeros automóviles en superar los 100 km/h, en el año 1899, y los 200 Km/h, en 1906, fueran uno eléctrico y el otro de vapor, respectivamente

El Stanley de vapor, de 1906, pilotado por Marriot

Santiago de Garnica Cortezo

El primero de ellos tenía un evocador nombre, «Jamais Contente» algo así como jamás contento o satisfecho. Un nombre, por cierto, al que nunca se ha dado una explicación: se cuenta que hacía referencia al carácter de la mujer de su creador, el ingeniero Camille Jenatzy. También se dice que era por reflejar su capacidad de lucha por ser el más rápido. Pero bueno, vamos a la historia del coche, vamos a su época. Estamos a finales del Siglo XIX. El nuevo invento del automóvil levanta pasiones, una de ellas la de la competición. Se lucha por ser el más rápido.

Paul Meyan, uno de los fundadores del L'Automobile Club de France (el primer automóvil club del mundo) y director de la revista «La France Automobile», organiza una competición de velocidad pura. La cita es el 18 de diciembre de 1898, en el Parque de Acheres, cerca de Saint Germain, al norte de París. Es una recta de dos kilómetros que se dividen en dos partes para el cronometraje. Para calcular el tiempo del kilómetro a salida parada y el kilómetro lanzado, dos cronometradores se sitúan en la salida, dos en el primer kilómetro y dos más al final.

El conde Gaston de Chasseloup-Laubat (hijo de un ministro de Napoleón III) alcanza con su Jeantaud eléctrico, una velocidad media de 63,13 km/h sobre una distancia de un kilómetro. Establecía así el que se puede considerar como primer récord oficial de velocidad. El 17 de enero de 1899, el belga Camille Jenatzy desafía a Chasseloup-Laubat. La cita es en Acheres y Jenatzi alcanza los 66,645 km/h, un nuevo récord que tan solo dura diez minutos pues su rival recupera el título del más rápido con 70,297 km/h. Diez días más tarde Jenatzy vuelve a Acheres y logra 80,321 km/h.

El Jamais Contente eléctrico de Jenatzy, de 1899

Intereses publicitarios

La lucha, que ocupa muchas páginas en los periódicos, tiene detrás intereses publicitarios. El francés es apoyado por Jeantaud, una sociedad parisina de taxis eléctricos. Y el belga, al que los periodistas llaman «Diable Rouge» por su rojiza barba, cuenta con el apoyo de la Compagnie Internationale de Transports Automobiles Electriques.

Chasseloup-Laubat construye un nuevo coche, con una carrocería más aerodinámica, y en el mes de marzo logra una velocidad de 93,724 km/h. Jenatzy también cuenta con un coche más evolucionado al que bautiza como «Jamais Contente». Su carrocería tiene forma de torpedo y ha sido diseñada en la Carrosserie Rotschild de París por Léon Auscher. Para ahorrar peso, está construida en una aleación llamada Partinium (mezcla de aluminio y tungsteno), inventada por Henri Partin. Lleva una suspensión por ballestas semi elípticas y las ruedas, de radios de madera (del mismo tamaño las cuatro), montan unos neumáticos concebidos por Michelin.

En la parte posterior incorpora dos motores eléctricos que ofrecen una potencia total de poco más de 50 kW (en torno a 70 CV), que trasmiten su fuerza directamente a las ruedas. El peso total del coche está entre 1450 y 1500 kilos, de los que 750 corresponden a las baterías que alimentan los motores.

El primer intento de Jenatzy, el 1 de abril de 1899 en Acheres, es un fracaso. Con las prisas, no se da cuenta que los cronometradores han desplazado doscientos metros los límites del recorrido. Pero 28 días más tarde vuelve y es cronometrado a 105,98 km/h. De esta forma no solo pulveriza el récord anterior, sino que se convierte en el primer vehículo que supera la cifra simbólica de los 100 km/h. Tan solo han pasado seis meses desde la primera marca del Jeantaud (63,157 km/h).

La última apuesta del motor de vapor

A principios del Siglo XX, el coche eléctrico, a pesar de sus reconocidas ventajas ya en esa época en cuanto a limpieza y silencio de marcha, pierde poco a poco su batalla frente al de motor térmico que asegura una mayor movilidad.

A nivel de récords, el 13 de abril de 1902, el de Jenatzy es batido por Léon Serpollet que alcanza los 120,771 km/h con un automóvil construido por el mismo y movido por un motor de vapor. El marco es la «Semaine de Vitesse» (Semana de la Velocidad) que se celebra en Niza, en el célebre Paseo de los Ingleses. Este récord se supera poco después por un Mors con motor de gasolina. A partir de ahí, se bate una y otra vez por pilotos franceses, ingleses o americanos, hasta que llegamos a 1905. Ese año, el francés Víctor Heméry con un Darracq provisto de un motor V8 de 22.500 cc (si, más de veintidós litros de cilindrada), alcanza la velocidad de 175,422 km/h en un trayecto cronometrado en la Camargue.

Pero los partidarios del motor de vapor buscaban una nueva oportunidad, quizás la última, frente a los de combustión interna. Los hermanos Stanley eran fabricantes de coches de vapor y en 1905 optaron por intentar batir el récord de velocidad con un propulsor de este tipo para publicitar a sus modelos. Partieron de un bicilíndrico de los utilizados por sus coches de calle. Era muy simple, tan solo tenía quince piezas móviles, y ligero: apenas 90 kilos. Este propulsor de 120 CV de potencia, que giraba a 900 rpm, se situó en la parte posterior del bastidor del coche, tras el piloto, como en los actuales monoplazas. Otra innovación que sorprende por su avance es la situación de los frenos in board, para evitar el peso no suspendido: Lotus la incorporaría como gran novedad en su 72 de Fórmula 1 del año 1970. Y, claro está, la caldera, con un diámetro de 765 mm.

El Stanley Rocket, como así se llamaba, tenía una carrocería en madera de cedro recubierta de tela, fabricada por la J.R. Robertson Co. Inc., de Abundale (Boston), firma especializada en náutica. Sobre el peso hay fuentes que hablan de apenas 700 kilos pero otras afirman que estaba en los 965 kilos.

El piloto era el americano Fred Marriot y la cita con la historia, en el mes de enero de 1906 en Florida, en la inmensa playa de Ormond. Había varias pruebas, pero la de velocidad pura era la de las dos millas en la que competían el Stanley y el Darracq (pilotado en esta ocasión por Demogeot) con 200 CV para mover sus 995 kilos, casi el límite que marcaba una nueva norma del reglamento. Demogeot logró los 197,06 km/h frente a 164,400 km/h el coche de Marriot. Pero en la milla, este último se tomó la revancha. Mientras que Louis Chevrolet al volante del Darracq alcanzaba 190 km/h, Marriot con el Stanley lograba 205,308 km/h. Sin embargo, esta marca no fue reconocida por los franceses que acreditaron el récord del kilómetro a una velocidad de 195,606 km/h. Esta discrepancia de criterios entre franceses y americanos a la hora de establecer los récords de velocidad continuaría durante varios años. Pero en la actualidad se considera oficialmente al Stanley de vapor como el primer vehículo terrestre que superó los 200 km/h. Y esto tan solo siete años después que Jenatzy alcanzara los 100 km/h. Sin duda un progreso espectacular.

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