Prueba
Toyota C-HR: diseño y confort con etiqueta ECO
Su diseño atrevido se ve reforzado con un comportamiento dinámico agradable, sencillo y confortable
Hay pocas dudas de que el Toyota C-HR es uno de los coches del momento. Solo en 2018 se vendieron más de 15.900 unidades, con el mérito añadido de que solo se ofrece con un propulsor hibridado de 122CV.
De estética angulosa y atrevida, ofrece muchos atributos para destacar entre la avalancha de SUV que han llegado a los concesionarios en los últimos años. Sus 4,36 metros de longitud le sitúan en un tamaño intermedio entre la oferta de todocaminos. Se trata de unas dimensiones que permiten manejarlo con agilidad en entornos urbanos, aquel en el que mejor se desenvuelve.
En ciudad es también donde cobra sentido su sistema hibridado, que le permite lucir la etiqueta ECO sobre el parabrisas. También unos consumos más atractivos que los de un diésel y mucho mejores que los de un gasolina. Sobre el papel, homologa 3,8 litros, y aunque en condiciones reales empeora -como suele suceder- no es difícil bajar de los cinco litros.
Para su funcionamiento cuenta con una batería de 1,31 kWh que se recarga sin cables, mediante el aprovechamiento de la energía cinética cuando se frena o se decelera.
En el cuadro, el cuentarrevoluciones se ha sustituido por una esfera que muestra si se está usando el motor de gasolina (de 98CV), el eléctrico (de 72CV) o una combinación de ambos, o si se está recargando el sistema eléctrico. Además, una pantalla de visualización ubicada en el cuadro permite ver el estado de carga de la batería.
El sistema prima el uso del motor eléctrico cuando se circula a baja velocidad. Es posible activar un modo totalmente eléctrico -con un botón dedicado en la consola central- , pero éste se desactiva automáticamente cuando la aceleración que requiere el conductor es elevada o cuando la velocidad supera los 60 kilómetros por hora. La autonomía en modo totalmente eléctrico ronda los dos kilómetros, pero puede llegar a suponer un importante ahorro en combustible en situaciones como embotellamientos de tráfico.
La hibridación hace del C-HR un coche de manejo muy confortable y silencioso. En modo eléctrico no emite ningún sonido, y el motor de combustión no es muy ruidoso. Lo que sí se deja sentir, y mucho, es el ruido generado por la transmisión, de tipo CVT mediante engranaje planetario, que mantiene el propulsor revolucionado y lo hace notar cuando se exige una aceleración fuerte.
Y es que el C-HR va invariablemente unido a este cambio automático, similar al que ofrecen otros modelos híbridos de Toyota como el Yaris. Su manejo, si bien confortable, no destaca por su rapidez, aunque mejora cuando se selecciona el modo de conducción Sport, que a cambio penaliza los consumos. Dispone de un modo extra de retención , que hace que el vehículo comience a frenar al levantar el pie del acelerador, aprovechando para recargar las baterías. En ciudad y en atascos resulta muy útil, y minimiza sensiblemente el uso del freno.
En el habitáculo, las calidades son buenas. Domina el plástico, pero su ajuste es bueno, y abundan los detalles y recubrimientos que ofrecen sensación de refinamiento. Destaca especialmente la enorme pantalla del salpicadero, de 8 pulgadas , aunque la calidad de la imagen no brilla por su definición.
Al tratarse de un coche alto, es fácil encontrar una postura de conducción confortable, y además el agarre de los asientos es bueno. El espacio interior es suficiente para cuatro adultos, aunque en las plazas delanteras penaliza el atrevido diseño de las ventanillas, que resta visibilidad del exterior. El maletero, de 377 litros, se sitúa en la media del segmento, y su acceso es sencillo
El equipamiento de serie es alto, ya que se incluye en los tres acabados disponibles (Active, Advance y Dynamic Plus) el paquete Safety Sense . Éste engloba el Sistema de Precolisión con Detección de Peatones, el Avisador de Cambio Involuntario de Carril con Corrección de Dirección, Control de Crucero Adaptativo, control inteligente de luces y reconocimiento de señales de tráfico.
